Duelo por mascotas: cuando nuestro leal amigo se marcha

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La pérdida de una mascota, el duelo que se sufre cuando ésta fallece es una de las experiencias más dolorosas y estresantes que se puede llegar a vivir.

Es bien sabido que el tema del duelo por muerte de un familiar, amigo o conocido está extendidamente estudiado y lo que es más importante, aceptado socialmente. Pero, ¿qué hay de cuando nuestra querida mascota muere?

Es una cuestión que, a pesar de tomar cada vez más importancia debido al creciente cambio de rol de las mascotas en el núcleo familiar, sigue siendo ignorada, infravalorada e incluso negada. A continuación entraremos más en detalle.

Lo que sabemos sobre el duelo por una mascota

Refiriéndonos al impacto psicológico que conlleva el proceso de duelo por una mascota, según a los estudios realizados por Field y sus colegas (2009), es equiparable al que se vive tras una pérdida humana. El proceso de duelo tendría una duración oscilante entre los 6 meses y un año, siendo la media en 10 meses (Dye y Wroblel, 2003).

En diversos estudios (Adrian et al, 2009) se comprobó que dicha muerte producía una incapacitación emocional en un porcentaje del 12% de las personas que podía desembocar en patologías psicológicas, aunque esto no es lo más común. En otro estudio (Adams et al., 2000), se vio que dichas personas tenían síntomas físicos y emocionales como problemas de sueño, pérdida de apetito y sentimiento de que “algo dentro de ellos había muerto”.

Aspectos diferenciales al proceso de duelo por pérdida humana

Como ya hemos comentado, el proceso vivido por la pérdida de una mascota es similar al de un ser querido, pero a pesar de ello hay ciertas características que lo hacen un poco diferente: el gran sentimiento de culpa, las actitudes sociales y la ausencia de ritos.

Las actitudes sociales

Cuando este tipo de pérdida ocurre, las personas afectadas pueden tener serias dificultades para llevar a cabo una correcta resolución del duelo debido a las duras actitudes sociales a las que tienen que enfrentarse, lo cual se denomina duelo no reconocido.

De hecho, en un estudio realizado por Adams et al. (2000), se descubrió que la mitad de las personas que habían sufrido este tipo de pérdida tenían el sentimiento de que la sociedad no consideraba que su situación fuese “merecedora” de un proceso de duelo. En otras palabras, que dicha pérdida no es importante ya que no se legitima el profundo vínculo entre persona y su mascota y se considera a esta como reemplazable (Doka, 2008).

El duelo no reconocido, pues, aparecería cuando una persona siente que su proceso no tiene un reconocimiento ni validación, y existe falta de apoyo por este. Comentarios que lo ejemplifican podrían ser: “no es para tanto, es solo un perro (o la especie que sea el caso)”, “pues cómprate otro”, “no puedes dejar tus responsabilidades por esto”, etc.

Como ya hemos comentado, este tipo de duelo no reconocido puede dificultar el transcurso natural del duelo ya que la persona podría obligarse a comportarse “normal”, “como si nada hubiese ocurrido”, ya que es lo que le exigen, y también podría retener internamente todos sus sentimientos y negarse a pedir ayuda por vergüenza. Por todo ello, esta negación del duelo puede desembocar en un duelo complicado o no resuelto (Kaufman y Kaufman, 2006).

Diversos autores investigaron que la culpa es un factor mayoritariamente presente en los casos de pérdida de mascotas. Esta culpa extrema viene explicada por el tipo de relación que se establece con el animal y debido a que la mayoría de muertes se producen por eutanasia.

El tipo de relación viene explicado por el hecho de que el cuidador se considera el total responsable de la vida de su compañero, por lo cual la relación es de total dependencia. Sumándole a esto que veríamos a nuestras mascotas como indefensas, esto llevaría a una relación parecida al de un progenitor con su bebé.

La muerte por eutanasia sería un claro factor en la culpa, potenciándola en la mayoría de los casos. Puede verse como una alternativa liberadora del sufrimiento del animal pero también puede tenerse el sentimiento de que ha tomado la decisión de la muerte de su amigo, convirtiéndole a él en asesino.

Los ritos funerarios

El hecho de poderse despedir de una manera formal del ser querido es un factor clave diferenciador del duelo en animales. La ausencia de este y otros muchos otros ritos pueden dar lugar a problemas en la resolución del duelo ya que se impide el realizar un acto en honor del animal y poder despedirse públicamente.

Aunque actualmente existen crematorios de mascotas, este acto es más un procedimiento que un ritual, ya que el método habitual es que los servicios se encarguen de las cenizas y las entreguen al veterinario correspondiente (Chur- Hansen, 2010).

Conclusiones

La revisión de estudios empíricos da lugar a concluir que sí existe un proceso de duelo en las personas que pierden a su mascota. El impacto de este es equiparable a la pérdida de un ser humano querido y además hay alta probabilidad de pasar a ser un duelo complicado debido a los factores comentados.

Recomendaciones para pasar el duelo

Las recomendaciones que podemos hacer van en la dirección de la necesidad de crear consciencia acerca de este tipo de pérdidas para así facilitar a que este proceso se lleve a cabo correctamente en las personas que lo sufren, ya que, además, es un tema que cada día está pasando a ser más frecuente en nuestra sociedad.

Por otro lado, recomendaciones de cara a las personas que están pasando por esos momentos serían realizar un acto conmemorativo para la mascota, una despedida formal de esta. Puede ser en formato de carta, plantar un árbol, recitar unas palabras en su nombre… hay muchas opciones, pero expresar los pensamientos con palabras es altamente recomendable ya que ayuda a reorganizar los propios sentimientos e ideas y también permite poder plasmar lo mucho que la mascota nos ha aportado.

Otra medida importante es intentar reducir paulatinamente los pensamientos amargos y quedarse con los felices, recordar lo muchos buenos momentos que nos ha aportado nuestro compañero, para así crear resiliencia.

Por último, pero no menos importante, hay que tener en cuenta que una mascota es insustituible. No es recomendable intentar llenar ese hueco desesperadamente teniendo a otra, ya que una nueva mascota no ha de ser un reemplazo. Cuando aparezca la sensación de que se ha pasado buena parte del duelo y es el momento, entonces seguro que habrá muchos animales esperando a que se les pueda dar cariño.

Con información de Psicología y Mente.