• Dejar de hacerlo puede producir tristeza y desesperanza
Ante una amenaza, una reacción natural es protegernos y reconfortarnos con abrazos y apapachos, pero por la pandemia se ha recomendado el distanciamiento físico, y eso representa un problema emocional para algunas personas, afirmó Jesús Ramírez Bermúdez, doctor en Ciencias Médicas por la UNAM.
Aunque las medidas tomadas ante la emergencia sanitaria son necesarias, dentro de la cultura del cuidado a la salud se deben replantear algunas prioridades para equilibrar el bienestar físico y emocional, dijo en el diálogo “Hablemos de emociones durante la pandemia”, organizado por Universum, Museo de las Ciencias, como parte de las actividades del “Verano a distancia”.
Los abrazos como protección corporal forman parte de los aprendizajes más tempranos: durante la crianza; es una herramienta intuitiva inicial, porque somos seres sociales. Por ello, en este proceso que vivimos algunas personas a veces se sienten tristes y con desesperanza.
Una actividad que les puede ayudar a superar esas emociones es ver su programa favorito o leer un libro. Cada quien tiene su propio remedio natural, pero si aun así no se pueden autocontrolar, sería adecuado ir con un especialista, recomendó.
En cuanto a quienes afirman no creer en el coronavirus, consideró que tienen una actitud hasta cierto punto retadora hacia la sociedad, y no es fácil lidiar con eso. No es necesario repetirles que sí existe la COVID-19, con evidencia científica, más bien deben estar conscientes de asumir las consecuencias de no creerlo, acentuó en el encuentro virtual, donde también participó María Emilia Beyer Ruiz, directora de Universum.
Emociones, inherentes
“Las emociones forman parte de nuestro repertorio; reaccionamos ante situaciones de nuestro propio cuerpo o del entorno. Tienen una razón de ser desde el punto de vista evolutivo, con excepción de la crueldad, la única considerada mala o patógena”, subrayó Ramírez Bermúdez.
Debido a ello, es indispensable una educación sentimental centrada en aprender a simbolizar o nombrar las emociones, de tal manera que cualquier ser humano no las guarde, pero sí sepa controlarlas.
“Debemos saber cómo modular las emociones, sobre todo si llegan a ser destructivas; esto puede ser a través de las artes, el deporte o la meditación, que nos ayudan a no dejarnos llevar automáticamente por una serie de pensamientos que nos hacen sentir mal”, enfatizó.
En la actualidad, la gente está perdiendo familiares y los protocolos de seguridad impiden pasar por ciertos procesos, lo que ha derivado en un “duelo complicado, que se origina a partir de las separaciones abruptas, por ejemplo, en los hospitales, con pacientes que fallecen sin despedirse”.
Emociones, proceso fisiológico
“A través de expresiones corporales identificamos seis emociones universales: sorpresa, alegría, miedo, tristeza, ira y disgusto. Los clínicos nos volvemos expertos en reconocerlas y realizamos patrones de comportamiento. Sin embargo, existe ciencia detrás de las emociones”, apuntó el también escritor y académico.
No todas ocurren de manera consciente, y para que se les considere como tal, deben generar una descarga importante entre el sistema nervioso central y el cuerpo.
Existen dos neurotransmisores (transmisión de información de una neurona a otra), la acetilcolina y noradrenalina, que conectan con la médula suprarrenal, donde se libera la adrenalina, y a través de ésta la emoción (información) alcanza a todo el cuerpo: piel, corazón y vísceras, para después viajar de regreso al sistema nervioso y ser captada por ciertas estructuras que hacen que la persona sea consciente de su emoción.
Con información de UNAM.