La sequía y la salud mental.
En México, el riesgo de sequía es un problema que requiere atención prioritaria, si se considera que 60 por ciento del territorio se compone de clima seco o muy seco y concentra 40 por ciento de población, de acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), aseguró la doctora Gloria Soto Montes de Oca, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La académica del Departamento en Ciencias Sociales de la Unidad Cuajimalpa expuso que 137 ciudades están clasificadas con riesgo alto de sequía, lo que representa 36 por ciento de todo el sistema urbano nacional.
El doctor Javier Velázquez Moctezuma, Profesor Distinguido de la UAM, explicó que la sequía afecta también la salud mental, al generar una baja de la producción agropecuaria y un impacto en el empleo, lo que redunda en presiones financieras y, con ello, secuelas en la economía, los procesos de migración, separación de la familia, violencia, preocupación por el futuro y falta de certeza.
“El estrés es la plataforma desde la cual parte muchas veces la depresión, pudiéndonos llevar a síntomas de ansiedad y, en algunos casos, al suicidio”, advirtió el académico del Departamento de Biología de la Reproducción de la Unidad Iztapalapa.
Los efectos en la salud mental por los problemas económicos debido a la sequía han motivado el desarrollo de líneas de trabajo e indagación en psicología y una explosión de la literatura, surgiendo el concepto de ecoansiedad o ansiedad ecológica, ligada al cambio climático.
En la ponencia Sequía, bienestar y salud mental señaló que existen respuestas mentales ante el cambio climático, unas ecológicamente adaptativas: buscar información; procurar regular las emociones; estimular la compasión y la atención a terceros; mejorar el contacto con la naturaleza; reflexionar sobre el ciclo vida-muerte, y gestionar la identificación de soluciones colaborativas.
La doctora Alejandra Toscana Aparicio, docente de la Unidad Xochimilco, mencionó que la falta de lluvia afecta las estructuras sociales, el desarrollo económico y los sistemas naturales, lo que marca el principio de la denominada Escuela de la Vulnerabilidad, que ha tenido mucho auge en América Latina por su poder explicativo.
Desde las ciencias sociales se ha aceptado que el problema de los desastres es sobre todo de vulnerabilidad social, entendida como la capacidad de una persona o grupo para anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarse del impacto de una amenaza natural, ya sea sequía, inundación o sismo, entre otras.
Las condiciones de marginación, pobreza, rezago social, dependencia económica, falta de medidas preventivas y de mitigación preexistentes agudizan los impactos de las sequías y quizá no puedan reducirse, pero podrían crearse mejores estrategias para la gestión del agua”, dijo la investigadora adscrita al Departamento de Política y Cultura.
Por su parte el doctor Marcel Pérez Morales se refirió a la importancia del agua para el cerebro, la sed, el por qué nos deshidratamos y la homeostasis, es decir, el conjunto de fenómenos de autorregulación, conducentes al mantenimiento de una relativa constancia en la composición y las propiedades del medio interno de un organismo. Comentó que la deshidratación ocurre cuando una persona no toma suficiente agua o cuando pierde demasiado líquido, pues sus células y órganos dependen de ella para funcionar de manera correcta.
“La sensación de sed aparece cuando se pierde alrededor de dos por ciento del peso corporal en líquidos, lo cual conlleva efectos negativos en la cognición, las emociones y la percepción”.
Sobre los tipos de sed, explicó que está la osmótica, relacionada con el aumento de la sangre ante la concentración de sales minerales y, por otro lado, la hipovolémica, común cuando se realiza ejercicio o hace mucho calor, lo que ocasiona la pérdida de agua y sales minerales a través del sudor.
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Con información de UAM http://www.comunicacionsocial.uam.mx/