Una caja, un asesinato

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Por Eduardo De Luna

Entrega 1.

-¿Qué pasó aquí?- Preguntó Javier Gorote, ministerio público de guardia la mañana del sábado 2 de enero del 2015 a Mariana, médico forense de la Procuraduría estatal.

-Mujer, 21/25 años, caucásica, cabello castaño claro, se encontraba en posición fetal dentro de una caja de cartón, presenta heridas defensivas en brazos, rastros de violencia sexual, laceraciones en boca, vagina, ano, muñecas, rodillas, cuello y mentón, la caja de cartón en la que la encontramos es de tipo regular, grande, acomodada postmortem dentro, se encontraba escondida en un pasillo que da a la calle 48 de la colonia Colosio, valoración preliminar indica violación y probable muerte por asfixia- relató Mariana Castillo, de 23 años, mientras se acomodaba los lentes qué cubrían sus ojos, la única parte visible de su cuerpo cubierto por el traje especial de servicios forenses.

Una caja, un asesinato

-¿No tiene calor con esa madre?- Preguntó Gorote a la médico quien sólo se encogió de hombros. -Veamos que tenemos aquí- susurró el ministerio público al ingresar al pasillo en que yacía la humanidad de Fabiana, joven argentina de 22 años que lo recibió con los ojos abiertos y un rictus de dolor del que se escapaba un hilo de sangre por la boca.

-Mmmm, que poca madre- pensó el investigador mientras revisaba los brazos de la víctima y sus dedos, -Nada de piquetes, a ver…- masculló mientras acercaba la nariz como buen can a la boca de la occisa.

-Puta piedra, ya estoy hasta el huevo de esa madre- murmuró mientras se reincorporaba y veía al final del pasillo a una multitud que comenzaba a reunirse al borde de las cintas de acordonamiento, la prensa no se hizo esperar, un par de reporteros madrugadores que recibieron el pitazo, tomaban fotos con sus celulares.

-Ya cúbranla y levántenla- ordenó a los forenses que se encontraban buscando huellas en los alrededores del estrecho pasillo en que fue encontrada la víctima.

Gorote se acercó al oficial a cargo de la policía para preguntarle si habría testigos o si habían escuchado algo del suceso.

-Según nadie vio algo pero todos coinciden en que por aquí lo usan para meterse madres mi mp, ve que hay puro malandrín en esta calle, por el expendio clandestino de alcohol que hay allá abajo- acotó el oficial mientras fruncía el ceño y caminaba hasta su auto.

-Comando, comando, ¿algún comentario para la prensa?, ¿Es cierto que es un feminicidio?, ¿Qué se sabe?- fueron algunas preguntas que alcanzó a escuchar por parte de la prensa a la cual no puso atención.

-OTRO FEMINICIDIO EN LA COLOSIO
-LA METIERON A UNA CAJA Y LA BOTARON
-SIGUEN MATANDO MUJERES EN PLAYA DEL CARMEN

Fueron algunos titulares de periódicos y páginas de redes sociales que conmocionaron a la ciudad al día siguiente, Gorote no acababa de enterarse de detalles que no conocía cuando los leyó en su celular por páginas amarillistas.

-Pinches reporteros, no sé de dónde sacan toda esta info, ¡coño! A ver a que hora empiezan a chingar en la oficina- pensó mientras pagaba el café aguado del Oxxo a unas calles de la fiscalía.

-Gorgojote, dice la de atención a las mujeres que vayas a su oficina- le avisaron un minuto después de haber llegado a la central.
-¿La fiscal?- Preguntó.
-No, tu mamá seguramente- le contestaron entre risas sus compañeros.

Rosa María Luévano es una abogada chilanga de 58 años de edad, que estudió en la universidad autónoma de Yucatán, 160 centímetros de estatura y 145 kilos acompañan a la fiscal especializada en delitos contra las mujeres y por razones de género quien de acuerdo a los rumores que circulaban en los pasillos de la fiscalía, no llegó al puesto por “acostones” sino por los bolsones de dinero que entregaba directamente al gobernador en turno por la protección que le brinda a grupos internacionales de trata de personas ya que durante su gestión no se habían realizado operativos contra alguno de los más de 12 grupos que operan en Quintana Roo, paso preferido de estas organizaciones por la conectividad aérea con que cuenta, cientos vuelos directos de Europa y Latinoamérica se tienen diariamente desde hace varios años y algunos con restricciones mínimas de revisión por parte de autoridades migratorias.

Ahora como encargada de esta vicefiscalía, se ha dedicado principalmente a “maquillar” feminicidios de manera alevosa ya que al existir la figura penal de homicidio culposo, la mayor parte de asesinatos de mujeres son clasificados en esta categoría que alcanza fianza y permite que feminicidas circulen libremente mientras desahogan sus procesos penales, situación ampliamente denunciada por asociaciones de derechos humanos pero sin eco efectivo en la opinión pública.

-Pase licenciado Gorote, tengo entendido que estaba de guardia cuando encontraron a la basura esa tirada en la Colosio- comentó la vicefiscal mientras se limpiaba las manos cono una servilleta la grasa de la tortuga de cochinita pibil qué yacía a la mitad en su escritorio.
-Sí licenciada, ayer escribí el reporte y lo canalicé a su oficina, como dice el protocolo- respondió Javier.
-Mire, quiero decirle que a mí no me gustan esas mamadas, quien sabe quien le filtró a la prensa detalles de lo que pasó o supuestamente pasó, ahora resulta que la escoria tiene derechos, esa fuma piedra era una fácil que se la pasaba en el desmadre con los drogadictos de la Quinta avenida, tengo chingándome a los de Relaciones exteriores porque en argentina quieren saber qué pasó y su puto informe lo leí en el periódico antes de tenerlo aquí, lo que menos quiero son pedos con esta gente, nada más porque es recomendado del primo del gobernador si no, ya lo hubiera mandado a chingar a su madre, a partir de ahora, aunque esté de guardia no me toca ningún caso de feminicidio, todo lo veremos desde aquí- escupió la vicefiscal.
-Oiga licenciada, yo no filtré nada a la prensa y si eso salió ahí, no entiendo porque o como fue, tengo el reporte que era una muchacha normal, mochilera- alcanzó a decir Gorote antes de ser interrumpido.
-Nada, nada, a chingar a su madre, no quiero verlo participando en ningún caso de los míos, ya váyase- contestó colérica la vicefiscal que ahora tenía que armar una versión creíble para la prensa internacional.

Gorote no dijo más y se retiró de la oficina, acto seguido, la vicefiscal Luévano terminó de comer la torta grasienta que tenía en el escritorio.

-Mierda, quien sabe a quien está encubriendo esta vieja, a ver si no me chingan- pensó Gorote mientras bajaba las escaleras de la oficina de la vicefiscal -Ay Gorote, tremendo pendejo, siempre te quieren cargar los muertitos- se lamentó en voz baja.

Este texto es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares, organizaciones, eventos y situaciones descritos son producto de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con personas reales, vivas, fallecidas o con hechos reales, es pura coincidencia.

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