La frontera sur está a prueba. Todo comenzó en octubre pasado, cuando la avalancha de migrantes de Centroamérica hacia el norte adoptó nuevas y más desafiantes formas de hacer el viaje para enfrentar al Goliat último en nuestra otra frontera. La rápida transformación de este flujo humano a través de México tiene rebasadas a las organizaciones civiles que tratan de apoyarlos en las puertas de entrada nacionales. Es el caso del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova o las diversas casas del migrante de la Iglesia católica. También ha puesto contra la pared a las instituciones gubernamentales como el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, que están, si cabe, aún más rebasadas.
En el lado mexicano del puente fronterizo entre Ciudad Hidalgo y la guatemalteca Tecún Umán ayer por la mañana acampaban unas 900 personas en espera de alguna forma de regularización. Aunque vienen de tierra caliente (en su mayoría son hondureños y salvadoreños), el sol es aplastante y todos buscan el cobijo de alguna sombra. Familias enteras, incluyendo abuelos, primos o vecinos forman familias ampliadas (la familia del viaje). Una familia de tantas, que celebra chistes y posa gustosa y sonriente para la cámara nos dice que ellos se dedican a esperar. Entre desplazamiento angustioso y largas esperas, pasan las semanas, los meses. Son tan lentos los trámites, y tan dispersos por todo Chiapas, que agravan el calvario sobre todo para quienes solicitan refugio, como la familia mencionada, procedente del norte de Honduras. Los niños crecen, las muchachas maduran, y las embarazadas, pues también maduran.
El líder del grupo insiste en dejar claro que no piensan quedarse en México, su meta es llegar a Estados Unidos. Pero como la antesala puede ser larga, estaríamos dispuestos a trabajar por cualquier paga, dice, rodeado de toda su prole. Señala a su hijo de siete años: Si siguiéramos en Honduras, él ya andaría vendiendo droga, y yo estaría muerto.
Las oficinas de Fray Matías de Córdova, en el centro de Tapachula, ofrecen un panorama complejo. En la calle aguardan para ser recibidas unas cien personas; adentro, en el amplio patio del organismo de derechos humanos debe haber el doble. La joven directora del centro, Brenda Ochoa, comenta: Cada día nosotras logramos atender unos cien casos. Se ofrece guía jurídica para los procedimientos de asilo, o la atención posible a la salud para esta gente cansada, mal alimentada, angustiada. Desesperada, añadirá luego una mujer sobre el río Suchiate. Además de centroamericanos, hay un número constante y creciente de haitianos y congoleños no fácilmente distinguibles, lo cual permite a los primeros hacerse pasar por africanos, pues no reciben el mismo tratamiento, sino peor.
Está a prueba la población mexicana de esta región fronteriza y las ciudades en la ruta al norte por la costa chiapaneca. En Huixtla, el edil morenista ordenó no recibirlos ni permitirles ocupar ningún espacio. Entre Mapastepec y Pijijiapan apenas el fin de semana el INM detuvo a un centenar de ovejas perdidas de la nueva caravana que se abre paso al norte, y que anoche parecía haberse dispersado en los alrededores de Tonalá.
La sociedad mestiza chiapaneca no se caracteriza históricamente por su tolerancia racial, pero recibió con solidaridad a las primeras caravanas. En pocos meses, esta apertura se ha deteriorado. En Tapachula, Mapastepec, Tonalá y Acapetahua, ya se les teme y rechaza. Brenda Ochoa no duda en atribuir parte de la responsabilidad de este deterioro a las autoridades, pues al criminalizar a los migrantes incitan al rechazo en una población local con tendencias xenofóbicas. El Fray Matías de Córdova, que participa en el Colectivo de Observación y Monitoreo de Derechos Humanos en el Sureste Mexicano, reitera para La Jornada sus preocupaciones ante la crisis migratoria que impacta directamente este extremo del país:
Continúan la falta de protección integral a los derechos, la incertidumbre y la ausencia de respuestas. Eso orilla a la gente de los campos de refugiados a reanudar la marcha con todos los riesgos y ninguna protección.
Que en estos momentos hay más de 5 mil migrantes en la región, es una estimación que Brenda Ochoa comparte con Aline Juárez Nieto, vocera del INM que atiende a los reporteros en la estación migratoria de Ciudad Hidalgo. Pero no existe el dato oficial. Según el Fray Matías, las detenciones masivas en distintos puntos entre Ciudad Hidalgo, Tapachula, Huixtla y Mapastepec aumenta el temor de las personas y revela la falta de claridad en la política migratoria del Estado. En efecto, los puestos de control policiaco y migratorio se suceden a lo largo de la carretera hacia Arriaga. El centro insiste en demandar al gobierno la reorientación estructural de la política migratoria y de refugio ante las nuevas crisis que cabe esperar.
Con información de La Jornada.