Un estudio de la organización Oceana, que busca la conservación de los océanos y sus especies, muestra cómo en el país es común la práctica de sustitución de pescados con la que, solo por mencionar un caso, mientras los comensales eligen marlín lo que en realidad reciben la mayoría de las veces es atún ahumado. Aunque incluso con el estudio se registró que en dos ocasiones el marlín fue sustituido por tiburón zorro, y en una por tiburón sedoso.
Este tipo de sustitución ocurre en restaurantes, pescaderías y supermercados. Hay casos en que se vende mero, cuando en realidad es basa; o que se piensa que es huachinango, pero es bagre bandera o dorado.
El embuste, según explicaron los especialistas de Oceana, además de comercializadores consultados, no solo afecta el bolsillo de quien compra pescados, también tiene repercusiones ambientales en el ecosistema marítimo y en la dinámica pesquera del país.
Si la gente ve que una especie aparece en todos los menús, refiere la gente de Oceana, se da por hecho que hay una gran abundancia en los mares, ocultando que quizá dicha especie esté siendo sobreexplotada o tenga baja presencia en el mar, y no haya presión para que se apliquen controles a fin de recuperarla o fortalecerla.
El estudio de Oceana se llevó a cabo en 133 establecimientos, pescaderías, supermercados y restaurantes, en la Ciudad de México, Cancún (Quintana Roo) y Mazatlán (Sinaloa).
Fueron recolectadas muestras, y luego se comparó el nombre comercial de cada pescado a la venta con el nombre científico, a partir de la información genética.
El resultado fue, en promedio, de un 31% de sustitución de especies —en total fueron identificados 116 casos de sustitución—.
En al menos una de cada tres ventas hubo gato por liebre: la gente pidió un tipo de pescado, y en realidad pusieron una especie distinta en su plato. Con diferencias de precios, en algunos casos, de más de 200 pesos.
Las cifras
En general, en donde se presentó el nivel más alto de sustitución fue en las pescaderías, con un 36.5%; en segundo lugar los restaurantes, con 33.5%, y en tercer sitio los supermercados, con 16.5%.
En cuanto a especies, en las tres ciudades las cinco más sustituidas fueron marlín, con un nivel de sustitución del 95%; sierra (89%); mero (87%), huachinango (54%) y robalo (53%).
Al analizar cada una de las ciudades, la Ciudad de México tuvo un nivel general de 34% de sustitución, con el dorado (85%), huachinango (78%), mero (100%), robalo (50%) y marlín (83%) como los pescados más sustituidos.
En Cancún, el porcentaje de sustitución en general fue de 26.5%; el marlín (100% de sustitución) y el mero (80%) fueron las especies más sustituidas.
Por último en Mazatlán, Sinaloa, el promedio general de sustitución fue de 31.6%, siendo los pescados con más sustitución el marlin (100%), la sierra (100%) y el pargo (50%).
Los autores de la investigación aceptan que las 383 muestras obtenidas (123 muestras en Mazatlán, 153 en la Ciudad de México y 107 en Cancún) y sus respectivos resultados , no alcanzan a ser representativas de todo lo que se conoce como sistema de “pesquería” mexicano.
Pero el estudio, señalan, sí es “una fotografía” y un llamado de atención tanto para autoridades, gente en el negocio de la venta de pescado y consumidores, sobre las flaquezas de la cadena de vigilancia para los productos marítimos, y cómo esto puede “invisibilizar” que hay carencia de ciertas especies en México.
Diferencias de costos
Una de las situaciones más llamativas que encontró Oceana, al hacer su estudio, fue un engaño en una tienda en Cancún, Quintana Roo, donde utilizaron pintura para “disfrazar” una especie.
“Encontramos en un mismo supermercado atún vendido como atún a 399 pesos, y como salmón a 599 pesos. Los dos eran atún. Y ese atún (al que hacían pasar por salmón) estaba pintado de rosa”, relata directora de campañas de transparencia en Oceana.
“En el supermercado es difícil que haya una confusión. No es que el mesero se haya confundido. Ahí hay una etiqueta que te está vendiendo un atún 200 pesos más caro que lo que cuesta en otro mismo empaque. Pareciera que ahí hay un dolo detrás. Difícilmente imagino al supermercado etiquetando así. Debe ser quien le vende al supermercado”, agrega.
Otros casos que detectó Oceana: la sustitución de huachinango por bagre bandera en una pescadería o local de la Ciudad de México. Datos de la Secretaría de Economía sobre los precios en La Viga, en agosto de 2018 (mes que corresponde al periodo en que se realizó el estudio) el kilo de huachinango tenía un precio de 110 pesos, y el de bagre bandera de 30 pesos. Una diferencia de 80 pesos.
En otra pescadería, se dijo a los consumidores que se les vendía mero a un precio de 95 peso el kilo, cuando también era en realidad bagre bandera, de 30 pesos. Una diferencia de 65 pesos.
En el artículo 32 de la Ley Federal de Protección al Consumidor se establece que la información o publicidad relativa a bienes, productos o servicios que se difundan por cualquier medio o forma, deberá ser veraz, sin inducir a error o confusión.
En tanto, en el Reglamento de la Ley Federal de Protección al Consumidor se menciona que serán conductas o prácticas comerciales abusivas las que “violen los derechos que la Ley otorga a los consumidores en virtud de su realización de manera engañosa, excesiva, arbitraria o indebida”.
Animal Político llamó a Profeco, para consultar sobre los resultados del estudio de Oceana, y solo respondieron con una tarjeta informativa, indicando que “en el nuevo esquema de verificación y vigilancia, se actúa previa denuncia ciudadana”, cuando se detectan prácticas irregulares.
Durante este año, apuntaron, han recibido denuncias en contra de diferentes marcas y presentaciones de atún preenvasado, que derivaron en 3,142 productos inmovilizados de la marca Selecto Brand y 9 requerimientos de información a las principales empacadoras de atún en el país, por inconsistencias en la información comercial de su etiquetado.
¿Dónde inicia el engaño?
Al leer sobre estas sustituciones, muchos pueden preguntarse cómo es que en los establecimientos la gente no se daría cuenta de que le están defraudando con un pescado que no pidió, sobre todo en los casos donde hay una diferencia de precio tan alto.
Al respecto Luis Bourillón, representante en México del Consejo de Administración Marina (MSC, por sus siglas en inglés), organización líder en ecoetiquetado de pescados a nivel global, menciona que en muchos casos por el tipo de presentación de los platillos, la semejanza entre especies y el hecho de que te den el pescado en filete, resulta muy difícil para el consumidor común distinguir las diferencias o percatarse el engaño.
“Si te traen un filete de pescado, bañado en una salsa y bien aderezado, es muy difícil que con el puro paladar puedas detectar, o con la forma del filete, con la consistencia, a menos que seas un pescador o un gran conocedor”, menciona Bourillón.
Otra interrogante es, ¿por qué ocurre la sustitución? ¿En qué momento? ¿Son restauranteros o dueños de pescaderías que tratan de embaucar a los clientes? ¿Los distribuidores? ¿O en qué punto de la cadena ocurre?
Para su estudio, Oceana no quiso dar los nombres de los establecimientos en que tomaron muestras, porque justo desconocen si los propios restauranteros o dueños de pescaderías, o incluso las cadenas de supermercados, pudieron ser engañados por un distribuidor.
En sus conclusiones, la ONG reconoció que no podía determinar en qué punto de la cadena había ocurrido la sustitución de especies. Ni tampoco si dicha sustitución, en los 133 establecimientos, había sido accidental o intencional.
Consultados sobre si puede haber casos de corrupción, donde los dueños de establecimientos como restaurantes pudieran actuar con dolo, tanto gente de comercializadoras como especialistas coincidieron en mencionar que en cualquier punto de la cadena, desde el inicio hasta la parte final, podría haber acciones indebidas.
“Donde hay un plato, que te están vendiendo mero, que debe costar entre 300 o 400 pesos el kilo, y en realidad te dan basa, que debe costar unos 100 pesos el kilo, si es un accidente es un accidente muy afortunado para el vendedor”, dice Pedro Zapata, vicepresidente de Oceana en México.
“Los engaños vienen a diferentes niveles, puede ser el intermediario vendiendo un filete diciendo que es una cosa y dándote otra, pero también se da mucho el engaño a nivel restaurante, que el mismo restaurante tiene huachinango o robalo, extraviado, y en ese momento no hay, o está muy caro, te dan otra cosa y no te lo dicen”, comenta al respecto Pablo Ferrer, Gerente de la Comercializadora Sargazo.
El propio Armando Vega, gerente de El Navegante, una de las comercializadoras más importantes del mercado de La Nueva Viga, que es el segundo mercado de pescados y mariscos del mundo, reconoce que hay personas en la industria que sí incurren en engaños o prácticas desleales, como la sustitución, aunque es algo que el sector busca combatir.
“Mucha gente en el hecho de ganar ganar, mete un producto más barato, y lo mete en su carta como otro”, menciona Vega.
Estos casos de sustitución y otras prácticas como la pesca ilegal o indebida, mencionaron las fuentes consultadas, persisten en México por la falta de controles o inspecciones más estrictos, dispersión en la responsabilidad de distintas autoridades, la carencia de normas más completas para el etiquetado, y la falta de conciencia sobre las repercusiones que hay.
El mar alimenta a los mexicanos, como actividad económica genera unos 11 mil millones de pesos al año y la diversidad de sus especies es en sí misma una gran riqueza, pero México no hace lo suficiente para cuidarlo.
Con información de Animal Político.