El 2 de octubre de 1968 no se olvida, es un día de duelo general, las banderas ondean a media asta y se ha vuelto en parte un mito, no porque no sea real sino porque se ha engrandecido para fortalecer la unidad nacional, señalan académicos de la UNAM.
Eugenia Allier Montaño, del Instituto de Investigaciones Sociales, precisa que esto se ve reflejado en una oficialización, pues el movimiento estudiantil ya está en los libros de texto gratuitos, los niños lo estudian, está inscrito en letras de oro en la Cámara de Diputados y ha llegado, prácticamente, a todos los lugares.
“El Movimiento Estudiantil de 1968 ha sido uno de los más relevantes de la historia reciente. Implicó una de las represiones más graves efectuadas por el Estado mexicano y hay que darle el lugar que ocupa en la historia nacional, considerando otras violencias y otras represiones sociales.”
Con ella coincide Mario Virgilio Santiago Jiménez de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), y agrega que por su peso simbólico el 68 es usado como referente en diferentes acciones que no necesariamente son de alumnos, mientras que no se recuerdan las acciones militares en Sonora en 1957, en Puebla en 1961 e, inclusive, la entrada del Ejército al Instituto Politécnico Nacional (IPN) en 1956.
Más que aquella movilización en 1968, lo que trascendió es la “recuperación y la memoria que se ha construido sobre el 68. Todo lo que vino después, cómo se ha transmitido en las generaciones, cómo se ha resignificado”, afirma.
Año convulso
Griselda Gutiérrez Castañeda, también de la FFyL, dice que en aquel año se vivió una suerte de confluencia no buscada, cuando los jóvenes expresaban las fallas del llamado sistema democrático (no sólo de México sino en varias partes del mundo) para abrir cauces y ejercer el derecho de petición o expresar diversos puntos de vista.
“Como estudiantes, lo que podíamos apreciar era toda una serie de tradiciones establecidas, con un régimen vertical de autoridad que se aplicaba en todos los ámbitos de nuestra vida, desde lo familiar hasta lo político, en los que no cabía la posibilidad de libre expresión sin que el intento de ejercerla tuviera consecuencias como la represión”, apunta la especialista en espacios públicos.
Aunque tampoco se trata de que 1968 sea el año o punto cero, añade Santiago Jiménez. “Lo cierto es que se vuelve más grande o le ponemos más atención por el número de movilizados, y también porque ese año están los ojos del mundo puestos en México por los Juegos Olímpicos”.
Una riña entre estudiantes el 22 de julio de 1968 en la plaza de La Ciudadela, donde jóvenes de la Preparatoria Isaac Ochoterena (incorporada a la UNAM) y de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional disputan un partido de futbol americano, azuzados por miembros de las pandillas Los arañas y Los ciudadelos, será el detonante. En revancha, al día siguiente alumnos de la Isaac Ochoterena apedrean la Voca 2, pero granaderos y la 19 compañía de policía les propinan una golpiza; cuando los jóvenes se refugian en la escuela son perseguidos dentro de las instalaciones e incluso los profesores son golpeados.
Cuatro días después, estudiantes de la Universidad Nacional y el IPN se organizan y marchan contra la violencia policial, dando origen a uno de los acontecimientos sociales más relevantes en la historia de nuestro país, pues significó la constante represión por los cuerpos de granaderos, la suma de las instituciones educativas participantes y encarcelamientos.
El Ejército ocupó las instalaciones de la UNAM y el IPN sin lograr contener el movimiento agrupado en el Consejo Nacional de Huelga, motivando la renuncia del rector Javier Barros Sierra en protesta por la invasión a la autonomía universitaria, aunque posteriormente reconsideró.
Santiago Jiménez rememora que de la golpiza en julio a las movilizaciones en agosto y septiembre el movimiento creció considerablemente, impactó y ocupó espacios públicos, por lo que la represión, que en otros casos es más o menos selectiva, pasó al bazucazo contra la Preparatoria 1, lo cual habla de un rápido ejercicio de la violencia.
Las protestas sólo fueron contenidas hasta la concentración del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, cuando soldados rodearon el sitio e inició una balacera contra la multitud.
“Es la primera represión en Ciudad de México de esa magnitud, contra una población que se manifestaba pacíficamente por cambios políticos. Eran estudiantes y ese hecho la convirtió en algo mítico que impactó a la sociedad”, señala Allier Montaño.
Inspiración y ejemplo
El Movimiento Estudiantil de 1968 sirvió de inspiración y ejemplo para las siguientes generaciones, y los expertos señalan que se ha convertido en un mito o bandera que se enarbola para las luchas y batallas que se han librado después.
“Abrió o inauguró en buena medida lo que podría ser un giro a esa imagen de una ciudadanía imaginaria para darle vida. Fue una de las primeras expresiones de ejercicio ciudadano que buscaba hacerse escuchar”, reflexiona Gutiérrez Castañeda.
Tras los hechos del 2 de octubre, las muertes y encarcelamientos no afectaron tanto la percepción que muchas naciones tenían de México o de mucha de la sociedad sobre el movimiento, aseveran. Esto debido al control de los medios de comunicación, así como al conservadurismo que se vivía en esa época.
Hoy en día ya no vivimos en el mismo régimen, pero sigue habiendo violencia, la cual es cada vez más compleja, opina Allier Montaño. En 1968 era fácil distinguir entre la violencia de Estado y la delincuencial, y ahora el problema es que a veces se trata de una combinación de las dos.
De 2006 a la fecha, en México hay más de 80 mil desaparecidos; sin embargo, en quienes se concentra la memoria es en los 43 de Ayotzinapa. Esto debido a que eran estudiantes y representan el futuro del país, “es como cercenar una vida cuando apenas está por dar sus mejores logros. Además, realizaban luchas políticas legales”, concluye.
Con información de Gaceta UNAM.