• Actualmente se usan sismómetros de banda ancha, GPS, equipos satelitales e interferómetros muy avanzados, afirmó Raúl Valenzuela Wong, del Instituto de Geofísica
• Esto ha permitido a los expertos conocer mejor el fenómeno y detectar también sismos lentos y tremores tectónicos
• Este 19 de septiembre se conmemoran 34 años del terremoto de 1985 y dos del de 2017, en México
En México, la sismología ha tenido un gran desarrollo tecnológico que ha ayudado a profundizar el estudio de estos fenómenos. En la UNAM, científicos utilizan instrumentos de alta sensibilidad que la colocan a la vanguardia a nivel mundial, afirmó Raúl Valenzuela Wong, investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.
Sismómetros, sistemas de posicionamiento global (GPS) interferometría por radar, satélites y avances en computación y telefonía celular hacen posible registros más precisos, una mejor localización del origen de un temblor y comunicación para tener datos con mayor inmediatez.
Con estos instrumentos hoy se estudian temblores convencionales (de magnitudes elevadas y afectación a la población), además de sismos lentos y tremores tectónicos, dos tipos de movimientos que en 1985 no se conocían y que son indetectables sin estos instrumentos.
En ocasión de los 34 años del sismo del 19 de septiembre de 1985, y dos del de 2017, el universitario recomendó a la ciudadanía estar atentos a las medidas de prevención y concentrarse en tener edificaciones seguras. “En la medida en que nuestras casas, edificios y puentes estén bien construidos, podemos preocuparnos un poco menos”.
Instrumentos de última generación
En la actualidad se cuenta con un tipo de sismómetro de banda ancha, aparato más versátil del que se tenía en 1985. Ocurre como en la radio, “cuando se produce un sismo genera ondas en muchas frecuencias diferentes; los sismómetros de entonces nos permitían oír una sola frecuencia, ahora es como si escucháramos todas las estaciones al mismo tiempo”, dijo.
Esto permite a los expertos tener un registro más completo de los sismos que se producen, grandes y pequeños. “Antes teníamos el problema de la saturación si era muy grande porque el equipo no tenía la capacidad de registrarlo adecuadamente”.
También los avances en telefonía celular y cómputo han favorecido al sector. “Estamos mejor comunicados y es más fácil tener los datos de estaciones remotas prácticamente en tiempo real en el Servicio Sismológico Nacional. Hacemos transmisión a veces por enlaces de radio, por Internet y, sobre todo, vía satélite”.
La tecnología de los sistemas de posicionamiento global (GPS) se usa en los sismómetros para tener la ubicación precisa de la estación, el tiempo correcto, y registrar adecuadamente cuánto tardan las ondas sísmicas en viajar. Eso permite hacer una mejor localización de los eventos.
Asimismo, se usa para medir los desplazamientos del terreno. “Si tenemos suficientes estaciones de GPS cercanas al punto donde se produce el sismo, podemos hacer mediciones de la elevación o del hundimiento del terreno asociado con la generación de ese evento”.
Otra tecnología que no existía en 1985 es la interferometría por radar. “Utiliza satélites en órbita, que mandan una señal a la superficie de la Tierra, ésta la refleja y la regresa al satélite”. Con este instrumento se hace la medición del tiempo que tarda en ir y venir.
En caso de un sismo, mide el movimiento que se produce de un lado de la falla con respecto al otro. En lugares como la Ciudad de México se utiliza también para medir el hundimiento de la tierra como consecuencia de la extracción de agua.
Sismos lentos y tremores tectónicos
La alta sensibilidad de los equipos también ha servido para conocer fenómenos desconocidos en 1985, como los llamados sismos lentos. “La gente nunca los va a sentir ni a enterarse de ellos; no van a provocar daños, y a nosotros nos permiten tener una idea más clara y completa de cómo funciona la Tierra, porque producen un deslizamiento con una duración de hasta seis meses”.
Valenzuela indicó que, por ejemplo, en Guerrero los sismos lentos se repiten aproximadamente cada cuatro años; es una liberación gradual de energía, que también origina el movimiento de grandes bloques de roca en los sitios cercanos a donde se producen los sismos convencionales. Son parte de un proceso de acumulación y de liberación de energía.
Todo es parte de un fenómeno más complejo que con el avance de la tecnología ahora se puede detectar, reiteró. De igual manera, con los equipos de banda ancha se han descubierto los tremores tectónicos, sismos muy pequeños frecuentemente asociados con los sismos lentos. Se trata de varios microeventos que ocurren en un lapso relativamente corto y es difícil separarlos unos de otros.
“Una de las cosas que sabemos es que cuando se produce un sismo llega a causar una ‘redistribución de esfuerzos’, que puede llegar a provocar sismos posteriores. A veces la ocurrencia de uno contribuye a desencadenar otro, con frecuencia en un sitio cercano al primero”, expuso.
Eventos del interior de la Tierra
Tras remarcar que estos fenómenos son impredecibles, Valenzuela recordó a los huracanes, que con muchas variables medibles siguen generando destrucción.
En el caso de los sismos, es difícil hacer mediciones porque se producen a 10, 15 o más kilómetros de profundidad debajo de la superficie de la Tierra. “Normalmente lo que medimos es después de que se produjo un sismo, cuando se generan las ondas y se libera la energía”.
Tan solo en México, diariamente el Servicio Sismológico Nacional reporta hasta 60 sismos, casi todos muy pequeños y repartidos por todo el territorio. “La mayoría no son un aviso de la ocurrencia de uno más grande horas o días después”, concluyó.
Con información de Unam.