Ante un Zócalo atiborrado, el presidente Andrés Manuel López Obrador dedicó algunos de sus veintes “¡Vivas!” a las comunidades indígenas, la libertad, la justicia, la paz y la democracia, así como a “nuestra soberanía” y a la “grandeza cultural de México” durante la ceremonia del Grito de la Independencia.
Doce años después de dar su primer Grito de la Independencia como “presidente legítimo” en la región mazateca de Oaxaca — dónde denunció un fraude electoral por parte de Felipe Calderón Hinojosa–, López Obrador finalmente apareció en el balcón del Palacio Nacional, con la bandera de México en las manos y bajo un trueno de aplausos.
El mandatario rindió homenaje a “las madres y padres de nuestra patria”, los “héroes anónimos” y el “heróico pueblo de México”, y concluyó con tres intensos “¡Viva México!”, que fueron respondidos con fuerza en la muchedumbre.
Flanqueado por Beatriz Gutiérrez Müller, AMLO tocó las campanas y saludó a su audiencia –que le gritaba “¡Sí se pudo!” y “¡No estás solo!”– con el estilo presidencial: brazos cruzados en el pecho y luego abiertos.
En las primeras filas, celosamente guardadas por sus ocupantes desde la tarde –o incluso desde la mañana–, ondearon banderas de México, pero también algunas con el rostro del tabasqueño.
Aunque en la asistencia abundaban simpatizantes de López Obrador, no se observaron acarreados de otros estados del país, como era de costumbre en la tradición política priísta durante los eventos masivos.
El año pasado, en el mismo lugar y a la misma hora, el expresidente Enrique Peña Nieto llevaba a cabo su último grito con una nueva pifia –falló en formar un corazón con sus dedos–, frente a miles de invitados “especiales” acarreados del Estado de México, cuyos aplausos no pudieron cubrir la lluvia de chiflidos dirigida al exmandatario.
A lo largo de la tarde, el Zócalo capitalino se fue llenando paulatinamente de familias que ingresaban a través de un corredor de vallas resguardadas por policías y funcionarios de la Alcaldía Cuauhtémoc.
A diferencia de años anteriores no hubo ni arcos detectores de metal, ni revisión sistemática a las mochilas de los asistentes.
La tarde transcurrió de manera tranquila, acorde con la “sana convivencia” a la que convocó López Obrador en días previos. Militantes de Morena instalaron en un rincón de la plancha del Zócalo una bandera arcoiris, símbolo del movimiento de la diversidad sexual.
A principios de la noche, todavía se podía caminar con fluidez por la Plaza de la Constitución, pero al filo las 11pm, el espacio estaba lleno.
Durante horas, miles de los presentes se entretenían viendo los bailes y músicas de las Culturas Vivas de México en el imponente escenario instalado frente a la catedral, y cuya tela de fondo enarbolaba los símbolos de la actual administración.
“Pónganse de este lado, les van a regalar frutsis y tortas”, bromeaban desde el escenario los presentadores.
Quienes guardaban su lugar en las primeras filas –a veces desde temprana hora de la mañana– no desviaban su atención de la fachada del Palacio Nacional, que cambiaba de color a cada rato.
A medida que avanzaba la noche, cada vez más personas dieron la espalda al escenario principal y se acercaron al Palacio Nacional.
En el aglutinamiento brotaron en eco lemas que acompañaron al tabasqueño desde hace años, como “Es un honor, estar con Obrador”, o “¡Pre-si-dente!”.
Otro grito de emoción salió de la muchedumbre cuando se prendieron las luces de la sala trasera del balcón, y a partir de ese momento no pararon los cantos, aplausos y porras.
“¡Que levante la mano quien se ha tomado una foto con López Obrador!”, soltó uno de los integrantes de la primera fila, lo que provocó una carcajada generalizada.
La espera acabó con los ritmos marciales de los tambores y los ruidos metálicos de las trompetas, que tocaron las bandas de guerra de las Fuerzas Armadas. A partir de ese momento, y hasta que explotaran los primeros fuegos artificiales, las miradas y los celulares no se desprendieron de Palacio Nacional.
El mandatario y su esposa siguieron de pie en el balcón durante varios minutos, cuando la cantante Eugenia León empezó a cantar. Ello no detuvo los lemas y cantos: “Andrés, amigo, el pueblo está contigo” o “Es un honor, estar con Obrador”.
Cuando la pareja se retiró –en un último y largo saludo– la muchedumbre se dirigió hacia el escenario principal.
Mientras decenas de trabajadores de la Ciudad llegaban a limpiar la plaza, miles de personas se iban del Zócalo. El espectáculo principal ya había concluido.
Con información de Proceso.