Primitiva Polanco lleva casi 60 años viviendo en La Yesca, un pueblo aislado en Nayarit, que recientemente llegó a las páginas de los medios nacionales porque el 17 de noviembre la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador puso a sufrir a los equipos de protección civil para que su auto pudiera llegar a la cabecera municipal.
En esa región de La Yesca solo habitan alrededor de 800 habitantes, quienes en época de lluvias intensas han quedado incomunicados por uno o dos días por los derrumbes.
Los pobladores viven de la ganadería y el campo; 40 por ciento son indígenas wixárikas, el resto mestizos. En todo el municipio hay 15 mil personas. Pero regresemos al camino que se hizo famoso por el Presidente viajero.
Imaginen una vía sinuosa, rodeada de montañas, 98 kilómetros de piedras, baches y deslaves que hacen mover el esqueleto constantemente en las largas horas que dura el trayecto y donde no hay gasolineras, tiendas para comprar agua ni baños públicos.
El camino es un reto que ningún Presidente había tomado desde que Primitiva tiene memoria. Así lo cuenta parlanchina mientras calienta tortillas echas a mano en su pequeño restaurante en La Yesca.
“Nunca había visto un Presidente, solo en la televisión”, dice a la vez que sirve carne con chile y frijoles para la cena. “Cuando era niña recuerdo que nosotros viajábamos a Magdalena (el pueblo más cercano) en burros, cruzábamos el Río Grande en lanchas”.
Ahora el camino ha mejorado, pero sigue siendo complicado por eso López Obrador decidió buscar recursos para poner pavimento.
Se comprometió a pavimentar el camino de la presa La Yesca a la cabecera municipal, un total de 98 km; y de la presa a Guadalupe, Ocotán, donde habita la comunidad Wixárika, un recorrido de 246 kilómetros.
El dinero viene de la subasta de joyas que este fin de semana llevó a cabo el Instituto Para Devolverle al Pueblo lo Robado. “En las aguas es muy difícil, muy difícil llegar aquí porque hay mucho derrumbe, las carreteras se trozan, hay muchos arroyos que crecen y no dejan pasar.
Se detiene ahí la gente y para pasar necesitan llevar palas, qué picos, herramienta para abrir caminos. Se enferma uno y lo sacan en ambulancia, pero pues es difícil que lo saquen a uno”, narra Primitiva acompañada de su hija Blanca.
Afuera del centro de salud de la comunidad está estacionada la ambulancia, enfrente pasan caminando en el empedrado un par de burros que actúan como perros callejeros. Dentro del centro está el único enfermero que hace lo que puede para mantener sana a la población a pesar de la falta de medicinas e insumos médicos.
En la cabecera no cuentan con un médico y para atender las urgencias deben trasladarse 80 kilómetros por terracería hasta Magdalena, Jalisco.
No siempre han logrado llegar con los pacientes aún con vida… “No alcanzamos a llegar hasta allá porque la ambulancia ya no pudo y en el camino se nos ponchó una llanta por las mismas condiciones. La persona falleció lamentablemente.
Una ambulancia no puede estar en un camino tan áspero”, cuenta el enfermo Samuel Gudina.
El chofer de la ambulancia también tiene malos momentos que contar de la sinuosa carretera. “Me tocó que casi se salía la ambulancia del camino, pues no trae buenas llantas estaba feo, estaba angosto el camino”, relata Roberto Sandoval, mientras maneja por el pueblo de casas pequeñas pintadas de colores intensos.
“Esta carretera se empezó a construir hace 12 o 13 años, cuando inició la obra de la presa La Yesca. Cuando se empezó a construir se comenzó a hablar de muchísimos beneficios que íbamos a tener, pero nunca se nos cumplió”, reclama el presidente municipal, Ignacio Flores.
Cuenta que desde aquel 17 de noviembre que vio al presidente López Obrador no ha vuelto a tener comunicación con él, pero que espera que sí les cumplan.
Con información de Milenio.