Para el curador de la exposición Emiliano: Zapata después de Zapata, Luis Vargas Santiago, montada en el Museo del Palacio de Bellas Artes, la protesta de integrantes de organizaciones campesinas contra un cuadro del chiapaneco Fabián Cháirez, quien pintó al Caudillo del Sur en un caballo blanco, con sombrero rosa y zapatillas en forma de revólver, ‘‘no debió llegar a la violencia”.
La manifestación de las organizaciones campesinas son muy respetables; sin embargo, con esas acciones están inhabilitando su protesta, sostuvo Vargas Santiago.
‘‘Nosotros estamos por la pluralidad y el diálogo. Desde la violencia no puede haber nada”, deploró el también investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
‘‘Quien venga a tratar de imponer que esa obra se descuelgue porque no es con la que yo me identifico, está generando intolerancia.
‘‘Y si estamos en una sociedad democrática, creo que las instituciones culturales están haciendo bien su trabajo en permitir que el Museo del Palacio de Bellas Artes no presente una sola visión de Zapata, sino muchas y diversas, pues Zapata no pertenece sólo a su familia ni a un grupo de campesinos. Nos pertenece a todos y en ese sentido se puede reclamar y abordar desde diferentes ópticas y lugares”, explicó el curador.
Por qué ver incorrecta la feminización del personaje
Los detractores de esa obra de Cháirez, añadió Luis Vargas Santiago, ‘‘revelan que para ellos una representación afeminada es incorrecta para un caudillo. Pero lo que se debería cuestionar es por qué estamos viendo como algo incorrecto la feminización de un revolucionario.
‘‘Espero que la polémica lleve a visitar la muestra en la que se exhibe un amplio abanico de representaciones visuales por más de 110 años de historia en las artes plásticas.
‘‘La presencia del relato y la lucha por la diversidad sexual es muy importante. Si la suprimimos de la exposición, el relato se queda incompleto; está también el del EZLN, el de la guerrilla de Lucio Cabañas y el del feminismo. El compromiso es mostrar el pluralismo, con base en una investigación histórica precisa y contundente.”
Si no se defienden las libertades creativas y artísticas, destacó el experto, ‘‘estaríamos perdiendo la democracia en la que vivimos y por la que tanto hemos luchado”.
Jorge Zapata, nieto del revolucionario, ‘‘está en su pleno derecho de que no le guste la obra; lo que no puede es pretender que esa visión tiene que ser la que rija las instituciones culturales del país, y que coarte la libertad de expresión de un artista que no atenta contra una figura privada. Zapata es una figura pública, que en el sentido de propiedad intelectual y ley de derechos de autor, el artista plástico está haciendo uso de una imagen que pertenece a todos”.
Hay que recordar que el señor es ‘‘uno de los descendientes de Zapata y la familia del revolucionario es muy amplia y habría que ver cuál es la opinión de los demás”.
La obra de Cháirez, estéticamente, se ‘‘inserta en un tipo de lenguaje reconocido en los años 80, como neomexicanismos, que revisita temas nacionalistas desde una perspectiva crítica o con humor, y donde también interviene el deseo homoerótico”, explicó el curador. Ejemplos de ese tipo de trabajos son Javier de la Garza y Julio Galán.
‘‘Lo que hace Cháirez es traer la cuestión a la época contemporánea; a una sociedad que no ha superado la homofobia y la violencia de género y que siguen generando una conversación.”
La exposición Emiliano: Zapata después de Zapata, montada en el Museo del Palacio de Bellas Artes, concluirá el 16 de febrero de 2020.
Con información de La Jornada.