Este 16 de julio se recuerda el 37 aniversario del fallecimiento del artista visual Pablo O’Higgins, quien en 1933 recibió el nombramiento de profesor de dibujo en las escuelas primarias de la Ciudad de México, sin olvidar su larga trayectoria como docente en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.
En el marco de la campaña “Contigo en la distancia”, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura rememoran a uno de los representantes de la segunda generación de muralistas e integrante de la Escuela Mexicana de Pintura: Pablo O’Higgins, quien nació el 1 de marzo de 1904 en Salt Lake City, Utah, Estados Unidos. En 1922 ingresó a la Academia de Arte de San Diego en California, donde sólo permaneció dos semanas por estar en desacuerdo con el método de enseñanza.
A los 20 años de edad llegó a México. Su primer contacto con la gesta muralista promovida por José Vasconcelos fue con La creación, realizado por Diego Rivera en 1922 para el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, hoy Antiguo Colegio de San Ildefonso. O’Higgins trabajó como ayudante de Rivera en los murales de la entonces Escuela de Agricultura de Chapingo y de la Secretaría de Educación Pública.
Miembro fundador del Taller de Gráfica Popular, con Leopoldo Méndez, en 1928 se enroló en las llamadas Misiones culturales de la SEP para impulsar la enseñanza del dibujo y la pintura en diferentes comunidades del país. En esa época dirigió la construcción de un pequeño teatro al aire libre en La Parrilla, Durango, donde realizó sus primeras intervenciones murales.
Al llegar a México inició una relación cercana con la vida, la expresión y el espíritu del pueblo, y tras 37 años de estadía adquirió la nacionalidad mexicana con carácter honorífico gracias a sus aportaciones a la cultura del país.
Desde una perspectiva actual, se le percibe a Pablo O’Higgins, dentro del realismo social, como un pintor de abstracciones. A mediados de la década de los treinta, en su obra de caballete y, sobre todo en los óleos y encáusticas, su trazo se volvió más libre.
En la obra de O’Higgins sobresale su dominio de la figura y el uso del color, aspectos que pueden ser apreciados en El fumador. Esta pieza, la cual forma parte del acervo del Munal, muestra a un hombre de aspecto rudo, tez morena y ropa andrajosa. Resalta, asimismo, la intensidad de la luz en los pliegues del pantalón y de la camisa del sujeto.
Uno de los grandes logros de O’Higgins consistió en mostrar a los personajes del acontecer nacional, como en La lucha de los obreros contra los monopolios, mural que elaboró entre 1934 y 1936 en el recién inaugurado Mercado Abelardo L. Rodríguez.
Según un testimonio de su esposa, María O’Higgins, rescatado por la investigadora Leticia López Orozco, entre las personas que el muralista reconoció en sus obras están doña Cuca, la casera indígena del pintor que lo asistió durante 30 años, y el poeta indígena León Venado.
En 1971, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura le rindió homenaje en el Palacio de Bellas Artes, con la exposición Presencia de Pablo O’Higgins en la pintura mexicana.
Su obra mural se encuentra en los estados de México, Durango, Michoacán, Veracruz y la Ciudad de México, así como en Estados Unidos: Seattle, Washington y en Honolulu, en Hawái.
Pablo O’Higgins falleció el 16 de julio de 1983 en la Ciudad de México. Luego de ser velado en el Palacio de Bellas Artes y en el Salón de la Plástica Mexicana, fue llevado hasta el panteón de Rayones, en Nuevo León, a los pies de la Sierra Madre, como fue su voluntad antes de morir.
Con información de Secretaría de Cultura.