Cada 26 de julio una cuenta calendárica de origen maya marca el inicio de un nuevo año solar.
Esta es el resultado de las observaciones astronómicas y cálculos matemáticos antiguos sobre cuánto tiempo tarda la tierra en darle una vuelta completa al sol, y a cada ciclo se asocia una energía, o propósito, que nos sirve de guía de aprendizaje personal. Y este ciclo se llama mago magnético 1 blanco.
¿A qué nos invita este ciclo?
Esta cuenta, más que una imposición, resulta una invitación a trabajar con una intención específica de la que podremos aprender, que arranca el 26 de julio de 2019 y terminará el 24 de julio del 2020.
El mago se asocia con la capacidad de poder mirar las cosas en lo profundo, de tomar conciencia de nosotros mismos y de la sabiduría que hemos adquirido con el tiempo y que nos puede servir.
Así, se trata de un año que nos invita a estar presentes en todo momento. Tener planes a futuro está bien, tener claro el propósito es perfecto, pero si no somos conscientes del aquí y del ahora, de lo que estamos haciendo hoy, podríamos perder el rumbo.
Es como conducir en carretera: sabes que a donde quieres ir está rumbo al norte, pero si solo miras hacia dónde vas y no dónde estás podrías no ver la piedra en el camino, o la bifurcación. Así no solo tardarías más en llegar, sino que tu distracción podría llevarte a un destino completamente diferente y tú sin darte cuenta de en qué momento te desviaste.
Por lo tanto, hoy puedes sembrar una intención, incluso la de conocerte más a ti mismo, de descubrir tu mago interior, pero no solo mirar al futuro, sino estar constantemente evaluando dónde estás a cada momento, para no perder el rumbo y poder llegar a destino.
Tres grandes retos
A pesar de lo poético y hermoso que suene lo anterior, el año también trae consigo grandes retos.
El primero tiene ver con la congruencia. El mago está asociado con la magia, y por lo tanto hay que tener mucho cuidado con lo que decimos y lo que pensamos, pues todo podría manifestarse, seas o no consciente de ello.
El segundo reto está en no perder de vista tu intención. Ya establecimos lo importante que es estar conscientes de dónde estamos en cada momento para no perder el rumbo. Pero es clave reiterar que si bien no debes perder de vista tus sueños, también debes prestar atención a lo que ocurre fuera de ti, en el resto del mundo. Quienes viven en el campo, saben leer en el viento cuando se acerca una tormenta, y así prepararse a tiempo para ella. Pero si no se preparan, las aguas podrían arruinar la cosecha.
El tercer gran reto está en el hacer. Si todo el tiempo nos la pasamos planeando, viendo dónde estamos y viendo qué ocurre en el mundo, es fácil olvidar que también nos toca hacer. No basta con sembrar la semilla en el día correcto, cuidarla de las heladas y de las tormentas, sino también nutrir la tierra, quitar las malas hierbas, regarla cuando sea necesario.
¿Y esto cómo se traduce?
Todo lo anterior suena muy poético, y quizá algo elevado, pero puedes aplicarlo a tu día a día.
Lo primero es estar presente. Si tienes claro a dónde vas, qué quieres, entonces será más fácil poder regresar al aquí y al ahora y evaluar si tus acciones realmente te están llevando a tu destino. Recuerda que todo lo que haces, dices y piensas influye en tus acciones.
Si logras esto, te será más fácil darle el tiempo que merece a lo que ocurre alrededor, y prepararte para cualquier eventualidad, e incluso aprovecharla. Una buena tormenta puede ayudarte a almacenar agua para la sequía.
Cómo verás, se trata no solo de una energía cósmica que nos influye, sino de un propósito de trabajo personal, de aprendizaje, que podemos aplicar.
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Una intención basta
El pensamiento occidental nos invita a sembrar 12 intenciones con las campanadas del inicio de año, y aunque parezcan pocas, son muchas, y la mayoría las olvidamos. Luego, a medio año nos acordamos vagamente de ellas y de lo mal que lo hemos hecho. Para cuando termina el año, volvemos a sembrar las 12 intenciones con la esperanza de que el año que viene lo logremos.
Sin embargo, esta cuenta maya nos hace una invitación a tener un propósito durante todo un año. Uno que sea realmente importante como para que estemos dispuestos a dedicarle los 365 días.
Esto no significa que los 12 propósitos que tenemos no sean importantes, pero sí nos invita a pensar en qué hilo conductor tienen todos o la mayoría de ellos. Si nos proponemos trabajar en ese hilo conductor, al final del año seguramente los habremos cumplido todos, o la mayoría.
Con información de Yahoo.com