Por Alejandro Cernuda
En Arlés, en la Fundación Van Gogh, estaban presentando un documental sobre la casa donde vivió Van Gogh mientras trabajaba como corredor de arte en la ciudad de Londres. El nombre de este audiovisual era Yes, this Eyes are the Windows.
Era uno de esos audiovisuales que se han puesto de moda hoy en los museos y que a veces me espantan. Este, por el contrario, me llamó la atención, tal vez por el tono de la voz del narrador, tal vez por el silencio penitente con que escuchaba una docena de personas. Muchas, si se tiene en cuenta el poco público que había aquella tarde y la exhibición de 31 originales de la obra del pintor holandés. Además, la pequeña ciudad del Ródano estaba repleta de gente joven, rápida, impetuosa, que había venido al festival Voies Off, de fotografía.
La sinopsis al principio informaba que el audiovisual era obra de Saskia Olde Wolbers (1971), una artista holandesa que actualmente vive en Londres. Una mirada rápida advertía que la propia casa contaba su relación con el fantasma de Van Gogh y las personas que luego habitaron allí. Así, ni la casa hoy o el documental guardan con el pintor holandés otra relación que el mínimo conocimiento -y una placa en la pared- de que él había vivido allí. Nada da señales ni siquiera de su tiempo. Es en realidad la prueba de la capacidad que tiene el arte en convertir en algo la nada. Tanto el trabajo artístico de Saskia Olde Wolbers como el trabajo de Van Gogh.
El futuro pintor tenía por esa época diecinueve años. Vivió allí entre 1873 y 1874. La casa en concreto se encuentra en el número 87 de Hackford Road, y la leyenda llega un poco más allá, pues aún se dice que Van Gogh estuvo cortejando a la hija de la dueña de la casa. Cosa que por otra parte no es de admirar pues, aunque no se habla mucho del asunto, las mujeres fueron una preocupación constante en la vida de Vincent.
Pero este edificio tiene otra historia que me parece notable. En 1970 el gobierno local había decidido demoler todo el barrio debido a su estado. Fue un cartero quien salvó la casa al convertirse en promotor y defensor de lo que hasta ese momento era sólo un rumor transmitido por los anciandos del barrio.
Allí había vivido Van Gogh. Una investigación demostró que el cartero tenía razón. En 1973 se colocó la placa que hoy se puede ver frente a la casa y, salvada de la demolición, permaneció vacía hasta que en 2012 fue adquirida por un hombre de negocios chino. Un par de años más tarde la realizadora Saskia Olde Wolbers rentó la casa y la convirtió en una instalación donde las personas podían visitarla y escuchar mientras avanzaban, como las paredes iban contando la historia que hoy se puede ver en el documental Yes, this Eyes are the Windows.
Hoy la casa es testigo de cómo de vez en cuando algunos llamados por la curiosidad se acercan a la puerta para saber qué hay detrás de los muros de un sitio marcado por la historia. Otros muchos no dejan de sacarle una foto a la placa conmemorativa. El turista vive la pequeña alegría de descubrir algo al parecer memorable cuando se encuentra por casualidad con esta placa azul. Es algo semejante a lo que ocurre en los museos. Es un valor agregado que hace de su viaje algo más memorable.
Artículo publicado en acernuda.com