La vocación de Elena Garro (1916-1998) pudo no haber sido aquella que la inmortalizó; pudo no haber sido la literatura, pudieron no haber sido sus novelas, sus cuentos, sus obras de teatro. Ella quería ser bailarina, pero quizás las peripecias de la vida hicieron de la literatura una especie de llamamiento que la convirtió en, según señaló Emmanuel Carballo, “la escritora mexicana más escritora del siglo XX”.
Para el ensayista y crítico literario, Garro es “una de nuestras más grandes escritoras mexicanas, y quizás la mujer más brillante (…)”. El escritor jalisciense no fue el único que encontró ejemplar la obra de Garro, diversos críticos y escritores han afirmado que, después de Sor Juana Inés de la Cruz, Elena Garro es la mejor escritora de México.
Una de las piezas más conocidas y reconocidas de Garro es Un hogar sólido (1957), pieza teatral que representó su debut en las letras. En esta obra tiempo y espacio se desdibujan a la vez que su prosa pasa de la realidad a lo onírico.
Esta forma narrativa, caracterizada por lo fantástico, el surrealismo y la magia, está presente en casi toda la producción literaria de Garro, particularmente en Recuerdos del porvenir (1963), novela que le costó a su obra ser enmarcada en el realismo mágico, categoría en la que escritores y críticos la colocaron convirtiéndola en antecesora de Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, dos grandes iconos de este movimiento literario.
Sin embargo, la propia autora se negó a ser catalogada de esta manera, pues señalaba que, según apunta Patricia Rosas Lopátegui, la realidad mágica que se halla en sus obras no es más que “la representación del pensamiento mágico y milenario de la cosmovisión indígena que siempre ha estado presente en México”; es decir, la representación de lo que ella fue testigo desde su infancia y que acontecía a su alrededor.
“Como buscadora incansable de la esencia de las cosas, de lo verdaderamente trascendental de la existencia, Garro acababa con los viejos moldes teatrales al romper con el espacio y el tiempo realistas insertando la magia en la composición escénica. Elena demostraba que el escenario teatral (sinónimo del escenario de la vida) sigue la ‘lógica’ de los sueños, de la suprarrealidad onírica. Todo puede suceder en escena, sólo basta imaginarlo. En sus farsas rompe sorpresivamente con la realidad temporal y espacial mediante situaciones de gran originalidad”, señala Rosas Lopátegui, investigadora, literata y estudiosa de la vida de Elena Garro.
Sin embargo, pese a que esta cualidad fantástica caracteriza a buena parte de la obra de Garro, existe otra faceta en su labor literaria que se contrapone a los sueños hechos letras. Se trata de una narrativa llena de memorias y saturada de realidad.
“(La obra de Elena Garro) pasará a la historia de la literatura mexicana como dueña de dos caras, una luminosa y la otra sombría. Su primer momento, señoreado por lo fantástico, la define como una escritora que privilegia la imaginación. El segundo, aunque también es producto de una creación artística la constriñe a una narrativa embriagada por la realidad, que no por atroz y violenta deja de ser monótona”, escribe el ensayista e investigador Vicente Francisco Torres sobre estas contrastantes características en los escritos de Garro.
Sin embargo, como señala la periodista Delia Galván, lo fantástico es una constante en los textos de Garro, aún en aquellos que se presentan como más realistas.
“Su obra total combina lo erudito con lo sencillo, mezcla fantasía con realidad, y en general es notable una visión dual, si no múltiple del mundo (…) en algunas de sus obras se filtra más lo onírico y el subconsciente, con efectos surrealistas. Socialmente su obra es comprometida con la circunstancia socio-política-mexicana, en relación con las injusticias de los monopolios de la cultura, con el mundo indígena y notablemente con la condición de la mujer”, explica Galván.
Algunas obras notables de Garro son Memorias de España 1937 (1992), texto en el que la escritora vierte memorias de su viaje a España para asistir a un congreso de escritores antifascistas en Valencia; Andamos huyendo Lola (1980), un libro que se centra en personajes femeninos que tienen como común característica vivir opresión, marginación y pobreza. También destaca Los recuerdos del porvenir (1963), novela galardonada con el Premio Xavier Villaurrutia y la más reconocida de Garro; en sus páginas narra, en medio de la Guerra Cristera, el desencanto de los habitantes de un pueblo con el orden impuesto tras la Revolución Mexicana.
Originaria de Puebla y criada en su niñez en Iguala, Guerrero, Elena Garro estudió en la Facultad de Filosofía y Letras, incursionó en la danza y se desarrolló en el ámbito teatral participando en el Teatro Universitario. Su primera publicación fue Un hogar sólido (1958), único texto de un autor mexicano que se incluye en la Antología de la literatura fantástica (1965), coordinada por Jorge Luis Borges.
Tras la matanza de Tlatelolco en 1968, Elena Garro se autoexilió en Europa después de acusar a diversos intelectuales de estar detrás del movimiento estudiantil. Su ida del país se convirtió en un silencio literario de cerca de 16 años que terminó con la publicación de Andamos huyendo Lola. Finalmente regresó a México en 1993, cinco años antes de su muerte a causa de un cáncer de pulmón.
Con información de Secretaría de Cultura.