Un día como hoy, pero del año de 1870, muere el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, siendo precisamente después de su muerte cuando su fama se extendió por el mundo.
Gustavo Adolfo nació en Sevilla, España, en febrero de 1836; su padre José Domínguez Insausti se dedicaba a la pintura, y su madre Joaquina Bastida Varga, era hija de nobles comerciantes; tuvo un hermano menor, Valeriano, quien al igual que su padre, se dedicaba a la pintura. Ambos hermanos adoptaron el apellido de la familia materna: los Bécquer.
En busca de encontrar su vocación, Gustavo Adolfo se fue a vivir con su madrina Manuela Monnehay Moreno, mujer de gran sensibilidad quien tenía una extensa bilioteca poética, fue allí donde Bécquer se aficionó a la lectura.
Para ganar dinero, Bécquer comenzó a escribir zarzuelas y comedias bajo el pseudónimo de Gustavo García, entre ellas La novia y el pantalón, una sátira del ambiente burgués y antiartístico que le rodeaba.
En 1858 conoció a Julia Espin, una hermosa y talentosa cantante de ópera; fue a ella quien le inspiró sus primeros versos. Finalmente Julia no correspondió al poeta ya que no gustaba de la vida bohemia que él le ofrecía, y él, posteriormente contraería nupcias con Casta Esteban y Navarro con quien tuvo dos hijos.
No mucho tiempo después, Gustavo Adolfo Bécqer sufrió una recaída de la enfermedad que lo venía aquejando años atrás: la tuberculosis, y aunque algunos biógrafos no se ponen de acuerdo en si fue esta, o la sífilis, o los problemas en el hígado que también padecía lo que lo llevó a la tumba, lo cierto es que nuestro poeta dejó de existir un 22 de diciembre de 1870.
Para recordar a este gran literato, hoy dejamos a tu disfrute algunos de sus poemas.
RIMA I
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.
RIMA IV
No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!
RIMA LI
De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.
Y esta vida mortal, y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mí has pensado.
RIMA LIV
Cuando volvemos las fugaces horas
del pasado a evocar,
temblando brilla en sus pestañas negras
una lágrima pronta a resbalar.
Y, al fin, resbala y cae como gota
de rocío al pensar
que cual hoy por ayer, por hoy mañana,
volveremos los dos a suspirar.
RIMA LXV
Llegó la noche y no encontré un asilo;
y tuve sed … ¡mis lágrimas bebí!
¡Y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para morir!
¿Estaba en un desierto? Aunque a mi oído
de las turbas llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y pobre… El mundo estaba
desierto… ¡para mí!