La atención del mundo vuelve a posarse sobre el intercambio de hostilidades entre Israel y Palestina. Así, al mismo tiempo en que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reúne una y otra vez para debatir sobre el conflicto en torno a la Franja de Gaza, en Jerusalén un grupo de ciudadanos no tuvo mejor idea que tirar una pelota al césped y ver qué pasa entre ambos colectivos. Al menos es algo.
En efecto, el pequeño club israelí Hapoel Katamon tiene un ambicioso proyecto deportivo donde reúne a pequeños hebreos y árabes para que jueguen entre sí: “En más de 50 zonas de la periferia, hablamos de barrios árabes, judíos ortodoxos, de colonos o palestinos, los niños van a la escuelita de fútbol”, explica Enrique Rosenburt, socio de la institución desde su fundación. Así, mientras los adultos de traje y corbata dirimen sus diferencias con artillería pesada, los más chicos dan el ejemplo. Al fin y al cabo, nacieron allí y no tienen la culpa del conflicto territorial.
Una vez por mes, se juega el torneo entre todos los barrios, donde muchas veces se mezclan los equipos y se incentiva a charlar con los rivales para generar empatía. Pero no todo es diversión: “Antes de cada entrenamiento, los chicos tienen un centro de estudio donde hacen la tarea y recién después juegan al fútbol”.
Para Rosenburt, “Jerusalén es la ciudad más compleja y fascinante del mundo, pero a pesar de mezclarse todas las religiones, a veces los chicos no se encuentran”. Si bien es cierto que también hay otros clubes donde futbolistas musulmanes y judíos juegan juntos, el Katamon es pionero en generar estos encuentros infantiles, en una ciudad que no le escapa al conflicto con Palestina, y más aún luego de que EE.UU. la reconociera como capital de Israel.
“Tenemos jugadores árabes que juegan juntos con hebreos, que se aman y se respetan mutuamente. Ellos saben que todos son iguales”, se enorgullece Barak Ben Yaacov, vocero y miembro de la Comisión Directiva.
Un caso único en Israel
El Katamon, que juega en la segunda categoría israelí —liga Leumit—, refleja un caso atípico en el país hebreo: es la primera institución de fútbol formada por simpatizantes, que a su vez son sus dueños. “Tenemos 900 participantes en la comunidad que eligen cada año los representantes de la junta”, explica el dirigente. Allí, lo más común es que los clubes sean dirigidos por empresarios.
El equipo no cuenta con una cancha propia, hace de local en el estadio municipal de la ciudad, el Teddy Kollek, que puede albergar a más de 30.000 personas. Aquellas instalaciones le quedan enormes si consideramos que el Katamon lleva 3.000 hinchas en los partidos más importantes, y los gastos que representa alquilar el lugar no son para nada despreciables. Por ello, los fanáticos sueñan con obtener su estadio propio algún día.
La tendencia ideológica del club es bastante clara: en la tribuna ya se vieron flameantes los rostros de Karl Marx, Mahatma Gandhi y el ‘Che’ Guevara, además de mensajes antifascistas, otros a favor de los refugiados y, por supuesto, el martillo y la hoz, el símbolo más representativo del socialismo. Allí, en las gradas, judíos, musulmanes, cristianos, ateos, israelíes, palestinos y árabes en general dejan a un lado las diferencias superficiales y se dejan llevar por el espectáculo que atrapa a la mayoría de los seres humanos: 22 tipos corriendo detrás de la pelota.
Los colores de la camiseta son rojo y negro, los mismos que usaron muchos movimientos revolucionarios de América Latina. A pesar de estas coincidencias, las autoridades prefieren que no se identifique al Katamon con una línea política: “No puedes llamarnos un equipo de derecha o de izquierda. Tenemos miembros y fanáticos con opiniones diferentes y eso es lo que nos hace especial”, subraya el portavoz.
Desde el lugar de aficionado, Rosenburt acompaña esta idea: “Siempre se intenta mantener un ambiente donde la política no genere discusión e influencia dentro del campo de juego. Sin embargo, existe un consenso de que el mensaje que se quiere pasar dentro de la hinchada, está relacionado con las banderas de la tribuna”. El objetivo, afirman, es unir.
Pero, ¿cómo se transmite un mensaje de convivencia desde el deporte mientras afuera vuelan cohetes y morteros? “No es fácil, lo que pasa afuera del estadio también resuena en el club”, contesta Enrique. Y continúa: “A pesar de eso, existe una tolerancia para que dentro de la hinchada el mensaje siempre sea inclusivo. Muchos de los hinchas y jugadores han pasado por el Ejército y saben lo que es el conflicto. Como la gran mayoría de israelíes y palestinos, lo que se quiere es vivir en paz y mirar un partido de fútbol sin diferencias”.
Tarjeta roja a la discriminación
El nombre del Hapoel Katamon se hizo un poco más conocido en el mundo futbolero allá por 2015, cuando colocaron los banderines del orgullo gay en los puntos del córner (tiro de esquina). Los futbolistas también salieron al campo de juego con remeras fucsias para concientizar sobre el cáncer de mama y uno de los equipos femeninos lleva el nombre de Shira Banki, en honor a una joven de 16 años asesinada en Jerusalén durante una manifestación del orgullo homosexual.
“Katamon tomó la iniciativa de crear el fútbol femenino en Jerusalén, donde no existía hace 10 años”, resalta este hincha. A su vez, es el primer club en incluir a una mujer en la Comisión Directiva, Daphne Goldschmidt, quien ocupa el cargo actualmente. “Estamos en contra de la violencia, el sexismo y el racismo. Para nosotros también es muy importante luchar contra la homofobia en el fútbol”, suma el vocero del club.
Asimismo, el periodista especialista en fútbol palestino e israelí, Uri Levy, comenta que se trata de “un club que se toma la agenda de la sociedad muy en serio en la vida diaria”. Además, el fundador del sitio Babagol.net describe: “Importa más la comunidad que los resultados, pero ahora hay un muy buen equipo, ocupa el segundo lugar en la tabla y puede ascender a la primera división”.
Con información de Actualidad RT.