La prevalencia de los trastornos alimenticios en México no ha cambiado a lo largo de los últimos 10 años, principalmente en los casos de bulimia y anorexia, señaló la psicoanalista Katia Ruiz.
En entrevista la especialista detalló que a nivel nacional la anorexia tiene una prevalencia de entre 0.5 por ciento a uno y la bulimia de uno a tres por ciento, dos padecimientos que atacan principalmente a mujeres.
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Aunque, apuntó, a lo largo de este tiempo lo que sí ha cambiado es que ahora se ven más casos en la población masculina, pues si bien antes no había registro de varones ahora, por ejemplo, de cada 10 mujeres con anorexia hay un hombre.
Señaló que la edad más vulnerable para padecer dichos trastornos es a los 15 años, pues es la etapa “donde se encuentran con más cambios sociales, hormonales, nuevos retos y dificultades en aceptar los cambios físicos”.
Si bien con el paso del tiempo han existido campañas y mucha información referente a la bulimia y a la anorexia, los medios de comunicación, la sociedad misma y los comentarios nocivos hacia el cuerpo de la mujer han mantenido estos trastornos de la alimentación, pero el origen más importante está en la familia.
“Donde se gesta un trastorno de la alimentación es en la familia, si en casa hay culto por la delgadez, hay menosprecio por el cuerpo femenino o critican el cuerpo de otras mujeres es más probable que comience una obsesión con la figura”.
Entre las señales de riesgo para los trastornos, la doctora de la Fundación APTA detalló que esta el rechazo a la comida, a las partes del cuerpo o a cómo se ven físicamente, el evitar algunos alimentos, revisar etiquetas y hablar constantemente sobre calorías.
Lo ideal, comentó, es que las personas se atiendan inmediatamente cuando se detectan alguno de los síntomas, pues de ello va a depender su mejor y pronta recuperación. El tratamiento para dichos trastornos debe ser multidisciplinaria, un trabajo conjunto entre psicólogos, nutriólogos y médicos psiquiatras.
“Por otro lado la familia debe de estar incluida (…) hay que educar a la familia para que estén tranquila y se haga un ambiente de respeto entre ellos y el paciente”, concluyó.
Con información de Excélsior.