La felicidad no es un ente que se deba perseguir de forma insistente, sino un estado asociado a una emoción positiva, según la psicología; para muchos filósofos constituye el fin último del ser humano, relacionado más con una forma de caminar por la vida que con el lugar al cual se llega.
Por ello, su búsqueda obsesiva conduce a la frustración, pues al obstinarnos con ella parece que se vuelve inalcanzable.
Hugo Sánchez, académico de la Facultad de Psicología, expuso que la felicidad está dada por los eventos y las cosas que satisfacen nuestras necesidades. “Hay que aceptar que es un concepto que debemos construir para intentar disfrutarlo en el momento que aparezca”.
En tanto, Paulina Rivero, directora del Programa Universitario de Bioética (PUB), señaló que para el taoísmo, una filosofía de la antigua China, la felicidad se encuentra cuando la persona sabe conformarse, cuando se percata de que está bien con lo que tiene y no requiere más porque la “felicidad está en mí y no en lo que adquiero de afuera: reputación, fama o dinero”.
Desde 2013, las Naciones Unidas celebran el 20 de marzo el Día Internacional de la Felicidad, como reconocimiento del importante papel que ésta desempeña en la vida de las personas. En 2015, ese organismo lanzó los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que pretenden poner fin a la pobreza, reducir la desigualdad y proteger nuestro planeta, tres aspectos primordiales que contribuyen a garantizar el bienestar y la felicidad.
México, un país feliz
Según el World Happiness Report (WHR) 2018, México ocupa el sitio 24 entre 156 países del ranking de las naciones más felices del mundo (2015-2018), que considera la percepción de las personas sobre su calidad de vida, y variables como sus expectativas, la generosidad y la percepción de corrupción.
En tanto, la Encuesta Nacional sobre Satisfacción Subjetiva con la Vida y la Sociedad (elaborada por el Seminario Satisfacción Subjetiva con la Vida y la Sociedad de la UNAM, 2015) reveló que en México, en una escala del uno al 10, el promedio de satisfacción con la vida (felicidad) en general es de 8.53. El 82.3 por ciento de la población está netamente satisfecha y sólo 17.5 por ciento está insatisfecha. Según el estudio, la vida familiar ocupa el promedio más alto de satisfacción.
La felicidad, explicó Hugo Sánchez, es la sensación de creer y tener esperanza en el futuro, en que las cosas estarán bien, sentirse con ánimos y en una situación en la cual parece que las relaciones marchan de manera positiva.
El problema aparece cuando creemos que ésta debe permear toda la vida, pues debemos transitar por cada emoción: tristeza, ira, ansiedad, miedo, etcétera. “Eso nos permite tener una correcta adaptación al medio”.
Aunque sea una sensación de bienestar muy intensa, la felicidad nos resta atención en el ambiente y minimizamos errores que pueden ser significativos. “Es un estado deseado, pero de poca ponderación de los eventos que suceden. Bajo esa perspectiva, es importante no mantenernos completamente felices todo el tiempo”.
Lo normal es transitar entre todos los estados emocionales; ante la pérdida de un familiar, no se puede estar feliz. Se necesita una regulación de las emociones.
Qué nos hace felices
Pero, ¿qué nos hace felices? Es un cuestionamiento subjetivo y personal; corresponde a las características del entorno, historia de aprendizaje y expectativas. En general, nos da felicidad mantenernos en una situación donde sentimos que avanzamos en nuestras metas personales.
“Lo que cambia es el medio para alcanzar ese bienestar: apreciar una obra de arte, leer un libro, comer nuestro alimento favorito, andar en bicicleta, tomar un café al atardecer, tener sexo o criar hijos; todo ello puede ser lo que nos motiva o nos hace sentir bien.”
En los niños, el control emocional tiende más a las emociones positivas: cantan, bailan, brincan… Tienen sus necesidades cubiertas y su sensación de positividad emerge más fácilmente, añadió el universitario.
Sánchez reiteró que la felicidad tiene que ver con una cuestión individual. Se dice que hay países más felices que otros, pero eso se relaciona con el bienestar de las sociedades. Si una población tiene alimentación, agua, transporte y educación, se interpreta que es feliz. Parecería entonces que es una situación geográfica o genética.
El lugar que ocupa México en el ranking de las naciones más felices se vincula con la relevancia que se le da a la familia. “Si los individuos se aíslan pueden presentar emociones negativas, se deprimen más; si se reúnen, disminuye la sintomatología. Aquí la aproximación es evidente: nos saludamos, nos abrazamos, y eso nos permite percibirnos más felices”, aclaró el experto.
Pregunta sin respuesta
“¿Para qué queremos ser felices?”, es una pregunta sin respuesta, porque es un fin en sí mismo, es lo que todos buscamos, a lo que todos aspiramos, dijo Paulina Rivero. Lo más importante no es el dinero, la fama o el poder, “sino tratar de ser felices y ayudar a que los demás también lo sean”.
En la actualidad, opinó la filósofa, para la mayoría de la gente aquélla viene dictada por la publicidad. “Nos hacen creer que seremos felices si logramos cierto estatus económico, si tenemos ropa de determinada marca, coche o apariencia, y una vez que lo logramos, la promesa no se cumple, porque eso no nos la proporciona”.
Esta emoción, que desempeña uno de los papeles centrales en la vida de las personas, está vinculada a la capacidad de estar contento con uno mismo y con lo que hay, sin querer agregar más, porque si lo hacemos volvemos al descontento.
“Debemos abrir los ojos y darnos cuenta de que hay que dejar de ser consumistas y apreciar lo que se tiene: salud, hijos, familia, trabajo… eso es lo que se requiere, lo demás sobra.”
Un estudio señala que la felicidad depende de la forma en que nos relacionamos a lo largo del día. Es lo que llamamos “llevarte bien con la gente”, hacernos la vida grata.
Además, debe considerarse que quien no tenga un medio material básico, como la alimentación, difícilmente podrá ser feliz, “así que hay que luchar por una mayor equidad”.
Por último, Paulina Rivero expresó que a diferencia de los días creados por las empresas para hacernos gastar, como el de las madres o del amor y la amistad, el de la felicidad es una invitación a pensar, reflexionar y cambiar la perspectiva que se tiene.
Con información de Gaceta UNAM.