-Deberíamos actuar con cautela frente a una víctima de violencia para investigar cuidadosamente y brindarle un ambiente cálido, en el que se sienta segura y en confianza para hablar.
Carecemos de cifras confiables de violencia contra la mujer debido, primero, a la falta de confianza en la autoridad que deriva en que las mujeres no denuncian regularmente, salvo en casos extremos.
Basta permanecer algunas horas en cualquier agencia del Ministerio Público en la Ciudad de México para atestiguar el ingreso de mujeres con lesiones graves, habitualmente causadas por sus parejas sentimentales masculinas.
En esos ámbitos sociales, donde se normaliza el ejercicio de la violencia de género, las mujeres frecuentemente son presa de miedo a las consecuencias que tendrá el hecho de siquiera mencionar la violencia de que son objeto.
De ese terrible fenómeno se han derivado estrategias, incluso nacionales, para crear refugios para mujeres maltratadas. Lo que para mí resulta una sorpresa es que en el ámbito sanitario no contemos con una estrategia uniforme, transversal a todos los ámbitos de atención a la salud, y que sirva como un primer apoyo a todas esas víctimas silenciosas.
Tendríamos que tomar el ejemplo de las creadas en muchas unidades pediátricas, los menores son, también, víctimas de violencia ejercida por sus progenitores y también están indefensos. En muchos de estos nosocomios, el personal médico y de enfermería reciben capacitación constante para detectar alguna niña o niño con signos de maltrato.
Todos tienen la capacidad de establecer una alerta respecto de cualquier posible víctima menor de edad. Es relativamente común que los padres acudan a urgencias, en horarios poco comunes, con un menor gravemente lesionado y, al solicitarles la explicación acerca del mecanismo que le produjo las lesiones, no corresponde con la severidad de las mismas.
En ese momento se alerta a todo el personal de urgencias para que, sin que los padres lo noten, se estudie al menor en búsqueda de lesiones antiguas, por ejemplo fracturas, y en caso de confirmarse, se les solicitan explicaciones. Si sigue la incongruencia, incluso, se le da aviso al Ministerio Público para que, en los casos que ameriten, se retenga al menor para protegerlo de algún padre o madre maltratadores.
Así deberíamos actuar, como sociedad, respecto de la violencia de género. Es decir, deberíamos actuar con cautela frente a alguna posible víctima de violencia para investigar cuidadosamente y brindarle un ambiente cálido, en el que ella se sienta segura y en confianza para hablar, garantizando la confidencialidad de lo que manifieste, para, en caso de necesidad, se avise a la autoridad investigadora. Nos urge.
De esa manera, quizá podríamos no sólo abonar a la prevención del fenómeno, sino a contar con cifras confiables que nos permitan dimensionar el triste fenómeno para iniciar una estrategia sólida de prevención y erradicación del maltrato.
A la fecha, sólo tenemos idea de las mujeres muertas (el extremo más absurdo) debido a la presión que han ejercido muchos grupos de la sociedad civil para establecer el llamado feminicidio como delito, pero es sólo la punta del iceberg de una cifra negra que representa el maltrato sistemático.
Ojalá alguien señale la urgente necesidad de dicha estrategia en el ámbito de la salud y se pueda generalizar a la brevedad.
Artículo de Raymundo Canales de la Fuente para Excélsior.