Las fake news y su impacto en la vida cotidiana

Por Emiliano Escudero

El Internet es indiscutiblemente una de las maravillas tecnológicas que más ha simplificado la vida del ser humano en los últimos años, desde la consulta más sencilla hasta la investigación más compleja, pasando por el “acercamiento” que ha logrado entre las personas.

Para muchos, imaginar su propia existencia sin esta ágil herramienta es ya prácticamente imposible, pues sus alcances no se reducen sólo a una asistencia de labores cotidianas o a charlas remotas, sino que ha logrado diversificarse en cualquier área de nuestra vida con interminables aplicaciones.

Pero no todo es miel sobre hojuelas en asuntos del ciberespacio. La facilidad con la que actualmente se “sube” toda clase de material gráfico, auditivo o multimedia a la World Wide Web ha hecho de la comunicación digital un arma de doble filo.

Cada día, miles, cientos de miles o millones de noticias falsas o fake news son distribuidas por toda la red global, en algunos casos para lucrar, en otros sólo para generar tráfico en los diferentes portales y en el más perverso de ellos para dañar con alevosía a terceras personas de múltiples maneras.

Hoy ha dejado de ser extraño saber que mujeres de todas latitudes son “enganchadas” mediante el mal uso de las redes sociales para acabar siendo víctimas de trata, o que un nuevo caso de cyberbullying ha provocado el suicidio de otro adolescente.

CONSUMIDORES DE FAKE NEWS

México no escapa a esta realidad de Internet, de hecho, nuestro país ocupa el deshonroso segundo lugar de todas las naciones del mundo que más expuestas están a las noticias falsas o fake news. Esto, de acuerdo al TResearch, una plataforma de expertos dedicada a la investigación de insights a través de estudios estructurados y programados sobre asuntos públicos, actitudes sociales y opiniones políticas.

Lo anterior no sólo es delicado sino más bien grave, partiendo de que -según las estadísticas-, el 50% de los consumidores de información en nuestro país confía en las “noticias” que se comparten en las redes sociales, en sus portales “informativos” o en las que les arroja el buscador de Google sin ni siquiera cotejarlas. Es decir, que 1 de cada 2 mexicanos consume y cree en las fake news.

Por otro lado y en lo que toca a los creadores de contenido y/o periodistas, si bien es cierto que Internet nos da la oportunidad de compartir con el mundo lo que deseamos, también es verdad que en el caso de las noticias debe existir un mínimo de rigor para “subir” información a la web, pues de lo contrario nos convertimos en desinformadores.

“LA GRILLA LO MATÓ”

Sobre este fenómeno tuve una experiencia a principios de semana al acudir por trabajo a la ciudad de Chetumal, en Quintana Roo, cuando me detuve por un “bocado” en una tienda que a su vez era una base de transporte público.

Los trabajadores charlaban y uno de ellos emitió una sentencia que retumbó determinante: “la grilla lo mató”, dijo.

Hablaban de Hernán Pastrana Pastrana, notable político no sólo de la entidad sino del país y a quien la muerte alcanzó el pasado 31 de marzo en Othón P. Blanco, municipio que gobernaba al momento de caer enfermo.

Los que saben y por mi propia lectura reconocen en “Don Hernán”, como solían llamarle, a uno de los políticos más íntegros que ha dado la entidad quintanarroense y nuestra nación entera.

De convicción profunda e idealista como pocos, su amplio recorrido por la función pública transcurrió de manera efectiva pero igualmente pulcra, pues nunca sospecha alguna fue ceñida a su persona.

En su último encargo, sin embargo, fue víctima de imparables ataques buscando la desaprobación ciudadana a través del boicot a su administración y el uso de noticias falsas por todos los medios, incluidos los digitales. Para un hombre de 79 años, la guerra mediática, campaña sucia o propaganda negra en su contra fue demasiado, o al menos eso es lo que hoy se escucha en las calles, en los cafés y en las paradas del transporte.

Lo que hacemos o dejamos de hacer quienes empleamos las maravillas tecnológicas para trascender nuestros mensajes impacta positiva o negativamente no sólo a nuestros lectores, sino principalmente a los actores de nuestros mensajes.

No se trata de “escribir a contentillo”, por supuesto, pero sí de conducirse con un techo mínimo de ética, profesionalismo, rigor y más allá de todas las pasiones, humanidad.

El golpeteo mediático no sólo puede afectar una gestión o la economía de un país, la percepción local o la opinión pública internacional, el golpeteo mediático afecta vidas, porque al final del día todos esos abstractos convergen en personas.

Uno de mis primeros maestros me enseñó a ser cuidadoso con las letras, “porque éstas permanecen a través del tiempo y porque nunca sabes quién las leerá”, decía.

Una máquina de escribir -recordaba-, es como un arma: no dispara balas, pero sí letras. Y son esas mismas letras con las que puedes herirte o puedes terminar matando a alguien. Porque las letras como las palabras una vez “disparadas” no vuelven, y nosotros somos responsables de su impacto.

Vivimos en la era de la información, de la comunicación digital, del periodismo 2.0, y es trabajo de todos emplear de la mejor manera estos instrumentos para sumar, para crear una mejor sociedad, para crecer.

Es urgente retomar los principios y valores del periodismo, del comunicador, cuyo trabajo en esencia es ser puente entre lo que importa y la audiencia. Es un trabajo noble y loable, que por ambicioso que parezca, vidas impactada en su proceso.

Hagamos que valgan la pena.

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