Las restricciones impuestas para frenar el brote de coronavirus entre Estados Unidos y México han apaciguado la actividad en la frontera más concurrida del mundo, impidiendo que millones de mexicanos, incluidos compradores, cuidadores y empleados de empresas estadunidenses, realicen sus cotidianos cruces.
Al menos cuatro millones de mexicanos residentes en ciudades a lo largo de la frontera de 3 mil 169 kilómetros se han visto afectados por la restricción de viajes no esenciales, la cual invalida en la práctica las visas que permiten cruces cortos para visitar a familiares, recibir atención médica o hacer compras.
Aunque estas “tarjetas de cruce fronterizo” B1/B2 son oficialmente recreativas, Reuters habló con casi dos docenas de residentes de Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez que las usan para trabajar o para cuidar a familiares del lado estadunidense.
Todos los entrevistados dijeron que ya no podían cruzar, lo que implica un duro golpe a las empresas que ya se habían visto afectadas con el cese de actividades en Estados Unidos, incluyendo las del sector servicios y comercio e industrias vitales como la agricultura.
Las restricciones por el coronavirus prohíben todos los viajes no esenciales desde México hacia Estados Unidos, sin embargo, no se han impuesto medidas similares a los ciudadanos estadounidenses que viajan hacia México.
“Le dije a mi jefa que no me podía arriesgar a perder la visa”, confesó Rosario Cruz, de 28 años, madre de dos pequeños y quien trabajaba para una empresa de limpieza en California. “No sé qué voy a hacer sin dinero. Sólo estoy esperando un milagro”.
El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) dijo que no tenía una estimación de cuántos mexicanos con visas de turismo trabajan sin permiso en Estados Unidos, pero expertos en migración estadounidenses y mexicanos dicen que esa práctica es común.
Según un informe de la oficina de visas de Estados Unidos, que depende del Departamento de Estado, se han emitido más de cuatro millones de tarjetas fronterizas desde 2015, las cuales son válidas por diez años.
Antes de las restricciones por el coronavirus, más de 950 mil personas ingresaban en un día típico a Estados Unidos desde México, a pie o en automóviles, según datos oficiales.
Andrew Selee, presidente del Instituto de Políticas Migratorias con sede en Washington, dijo que limitar el transporte para contener la epidemia era comprensible, pero que en ciudades como San Diego o El Paso “las empresas que realmente deberían estar abiertas en medio de la crisis podrían quedarse sin empleados”.
“Estamos hablando de trabajo agrícola, estamos hablando de cuidadores y probablemente de la producción de alimentos, como operaciones de enlatados y almacenamiento”, aseveró.
¿Onda expansiva?
Los cruces utilizados por peatones y automóviles se han vaciado debido a las medidas, junto con el temor de las personas a contraer el virus, que ha infectado a más de 738 mil personas en el mundo y amenaza con desencadenar una masiva recesión.
Cindy Ramos-Davidson, directora de la Cámara de Comercio Hispana de El Paso, dijo que la falta de compradores mexicanos era “devastadora” para la industria minorista, además de que le preocupaba la mano de obra para las granjas cercanas que cultivan chiles, tomates, heno y alfalfa.
“Dependen de los trabajadores agrícolas, los jornaleros”, confesó tras reconocer que algunos de estos empleados usan visas relacionadas con el turismo para ingresar a Estados Unidos.
Los trabajadores agrícolas son designados como viajeros “esenciales” bajo las nuevas reglas del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés). Los trabajadores agrícolas que cruzan usando tarjetas fronterizas están atrapados en el lado mexicano.
El DHS dijo que las medidas no “perturbarían las cadenas de suministro críticas”. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) dijo en un comunicado que el transporte de carga continúa y no es una amenaza.
Paola Ávila, vicepresidenta de asuntos comerciales internacionales de la Cámara de Comercio Regional de San Diego, aseguró que el mayor impacto del cierre de la frontera ha sido para el turismo que va de compras, el segundo mayor contribuyente a la economía de la ciudad.
Un gerente de un hotel de San Diego, que se negó a compartir su nombre porque la compañía emplea a mexicanos sin permisos de trabajo legales de Estados Unidos, dijo que las medidas diezmaron la fuerza laboral del establecimiento.
“El impacto fue tan grande que decidimos cerrar; los trabajadores legales no habrían podido hacer frente”, confesó.
Ávila también está preocupada por el efecto en los residentes estadounidenses atendidos por familiares que cruzan desde México, y viceversa, especialmente en medio de una crisis de salud pública. “Si los hospitales se desbordan y comienzan a enviar a las personas a su casa para que ahí sean atendidas, ¿quién los cuidará?”, se preguntó.
Ese es el mismo miedo que enfrenta Joel Sosa, de 45 años, cuyos padres mayores viven en El Paso. Por lo general, los visita tres veces por semana para limpiar la casa y llevar alimentos y medicamentos para la diabetes y el cáncer de su madre. Pero bajo las nuevas restricciones, ya no puede cruzar.
Cuando se le preguntó sobre ese tipo de casos humanitarios, un funcionario de la CBP dijo a Reuters que sus oficiales manejan tales situaciones de forma discrecional, caso por caso.
“Es indispensable que yo vaya”, dijo Sosa, temeroso por sus padres. “No pueden ir a la calle para nada porque son más susceptibles (al coronavirus)”.
Con información de La Jornada.