Desde las algas microscópicas hasta las macroalgas, estos organismos acuáticos cumplen un papel importantísimo en el planeta: son grandes aportadoras de oxígeno, participan con cerca del 50% de la fotosíntesis y mitigan el calentamiento global. Pero también algunas especies contribuyen a generar toxinas, como la marea roja, y enfermedades.
De las 122,000 especies de algas que se conocen en el mundo, México registra 1,600 marinas y 1,102 dulceacuícolas, además de 2,530 que se clasifican como cianobacterias. Varias de ellas han estado presentes en la vida de los mexicanos desde tiempos prehispánicos, como el alga espirulina (Spirulina platensis), el amomoxtli y el cocolin.
Nativa de los lagos de Texcoco, Zumpango, Xaltocan y Tenochtitlan, del Valle de México, la espirulina, del género cianofitas, se sigue consumiendo por su alto contenido proteico, entre 65 y 70%. Los aztecas la preparaban en un pan verde-azul, el queso de la tierra o tecuitlatl.
Otras, como el kelp, crecen en el sorprendente bosque de kelp de Ensenada, Baja California, en el Pacífico Mexicano, en el entorno de las islas San Benito, mientras Cancún y Puerto Morelos, en el Caribe mexicano, reciben arribazones de algas de las especies Rophyta (verdes), Ochrophyta (pardas) y Rhodophyta (rojas).
Entre las algas acuáticas, algunas flotan, otras crecen en el fondo de los cuerpos de agua o adheridas a algún sustrato o a las rocas; fijas en el fango o la arena, dentro o sobre plantas y animales. Otras habitan entre la vegetación de plantas superiores a orillas de los cuerpos de agua, y las subaéreas crecen sobre cortezas de árboles y sobre o dentro del suelo o rocas.
El uso de la algina en la industria, un derivado de los géneros de algas Ascophyllum, Macrocystis y Laminaria, muestra la importancia de las algas para la industria alimenticia, médica, química y de la construcción, entre otras.
Con información de Semarnat.