La migración siempre ha formado parte de la historia de la humanidad y acompaña la evolución de las sociedades. Entre 1990 y 2015, el número de migrantes internacionales aumentó de 153 a 248 millones. Sin embargo, es importante saber que hay más personas que migran dentro de sus países —internamente—, que a nivel internacional. La FAO estima que más de 1 300 millones de personas que viven en países en desarrollo han migrado dentro de su propio país. La migración interna está a menudo vinculada a la migración internacional, ya que las personas que han realizado antes una migración interna tienen más probabilidades de migrar a nivel internacional.
En condiciones normales, la decisión de migrar puede basarse en la búsqueda de mejores oportunidades de trabajo, empleos con mayores ingresos y más o mejores servicios públicos, por ejemplo, asociados con la educación o la salud; sin embargo, en los últimos diez años, el mundo ha sido testigo de un fuerte aumento de las crisis provocadas por los conflictos armados. Hasta 25 millones de refugiados han abandonado sus países debido a conflictos y crisis. En 2016, en todo el mundo, hubo 66 millones de personas desplazadas por la fuerza como resultado de persecuciones, conflictos, violencia generalizada y violaciones de los derechos humanos. De ellos, 40 millones eran personas desplazadas internamente (PDI) y el resto eran refugiados y solicitantes de asilo.
La participación de las mujeres en la migración internacional ha ido en aumento. Hoy representan aproximadamente la mitad de todos los migrantes internacionales, pero este porcentaje varía según la región.
Para muchos países desarrollados que sufren una despoblación rural, los migrantes internacionales pueden contribuir al desarrollo de las áreas rurales al cubrir la escasez de mano de obra en la agricultura. En América del Norte y Europa, por ejemplo, la mano de obra extranjera constituye la columna vertebral de la producción agrícola. Sin embargo, la protección de los derechos laborales y las condiciones de trabajo de los migrantes son a menudo inadecuadas.
En muchas áreas rurales, los trabajadores agrícolas trabajan con frecuencia de manera informal, ganan menos que los salarios legales y están sujetos a explotación. Ofrecer condiciones de trabajo decentes a los trabajadores agrícolas migrantes puede garantizar que la experiencia migratoria sea positiva, tanto para los migrantes como para sus países de acogida.
La migración rural continuará siendo un elemento esencial de los procesos de desarrollo económico y social. Formular políticas claras y coherentes —tanto para la migración como para el desarrollo rural en general— es fundamental para que un proceso de desarrollo sea exitoso y pueda beneficiar a los migrantes y a sus lugares de origen y destino.
Con información de la FAO