“¡De aquí no sale vivo nadie!”. Sy Ousseynou, un senegalés de 47 años nacionalizado italiano que llevaba desde 2004 trabajando como conductor de un autobús escolar, decidió que iba a matar a los 51 alumnos de secundaria que trasladaba a bordo del vehículo en San Donato Milanese, una población a nueve kilómetros al sureste de Milán. Primero los ató con cables de teléfono y, acto seguido, sacó de debajo de uno de los asientos un bidón de gasolina y roció algunas butacas.
Italia estuvo ayer a punto de asistir a una masacre histórica. El mismo día en que el ministro del Interior y vicepresidente, Matteo Salvini, evitaba ser juzgado por secuestro de personas —por no dejar bajar de un barco a 150 migrantes en el puerto de Catania el pasado agosto— y que el Gobierno confiscaba la nave de una ONG que acababa de rescatar a 49 personas en el mar, a Sy Ouseynou se le cruzaron los cables: “¡Se acabó! ¡Tienen que terminar las muertes en el Mediterráneo!”, se desgañitaba mientras el autobús iba dando bandazos por la autovía.
El conductor debía trasladar a los alumnos, pertenecientes a dos clases distintas de la escuela media Vailati di Crema, a un gimnasio. Pero en un momento del recorrido, cambió de rumbo, comenzó a gritar y mostró una lata de gasolina y un encendedor y afirmó que, en realidad, pensaba llevarlos al aeropuerto. En el vehículo viajaban también tres adultos que acompañaban al grupo escolar.
En pleno recorrido logró que los monitores que viajaban en el autobús le quitasen los teléfonos a los chicos. Pero uno de los alumnos logró alcanzar un dispositivo que había caído al suelo, según él mismo contó a La Repubblica, y avisó a los carabinieri, que lograron rescatarles antes de que las llamas cubrieran por completo el autobús. Al poco tiempo, los agentes lo alcanzaron y trataron de bloquearlo. El conductor esquivó la primera barrera, pero perdió el control del vehículo, que terminó chocando contra los guardarraíles. Luego, los agentes rompieron los cristales de las ventanas traseras del autobús, por donde escaparon los niños. Las imágenes grabadas por los testigos muestran a los chicos corriendo por el arcén de la autopista mientras el autobús estalla en llamas.
Ninguno de los jóvenes resultó herido de gravedad, pero 12 tuvieron que ser trasladados al hospital con un principio de intoxicación y leves quemaduras. El conductor, que también ha resultado herido leve y ha sido detenido, tiene antecedentes penales por conducir en estado de embriaguez y abusos a menores.
La empresa propietaria del vehículo ha afirmado que el conductor lleva en su nómina 15 años y que nunca habían recibido quejas sobre su comportamiento. Tampoco sospecharon que pudiera tener algún tipo de problema mental y desconocían sus antecedentes penales.
La Fiscalía de Milán investiga los hechos y trabaja sobre las acusaciones de atentado, incendio y resistencia. Pero no excluye la posibilidad de que pueda tratarse de un atentado terrorista. De hecho, el caso también lo investiga Alberto Nobili, jefe del departamento antiterrorismo de Milán. “Ha sido un milagro, podía haber sido una matanza, los carabinieri han estado fantásticos bloqueando el autobús y liberando a todos los niños”, señaló el fiscal de Milán, Francesco Greco.
Matteo Salvini aprovechó el suceso para desplegar su agenda electoral y ya ha anunciado que se retirará la ciudadanía al detenido.
Con Información de El País.