Quintana Roo está a punto del colapso. El deterioro en seguridad es alarmante, lleva dos años consecutivos en que duplica su tasa de homicidio.
Veamos los datos: El 2016 fue un buen año ya que hubo una reducción de 28% respecto al año anterior; la tasa cerró en 12 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Sin embargo, en el 2017 esto cambió radicalmente; el estado tuvo un incremento de 118% y cerró con una tasa de 27 homicidios por cada 100 mil habitantes. En el 2018 el homicidio subió un 113% y cerró con una tasa de 58 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Por comparar, recordemos que el mundo tiene una tasa de 6.2 homicidios por cada 100 mil habitantes y México cerró el 2018 con su mayor tasa histórica de 23. Pues bien, Quintana Roo se ubica 4 veces por arriba de la tasa nacional y 10 veces por arriba de la tasa mundial.
Esto es aún más grave si se analiza a nivel municipal: Benito Juárez (Cancún) tiene una tasa de 82, Tulum 81, Solidaridad 79, Puerto Morelos 78, Bacalar 49, Lázaro Cárdenas 36 e Isla Mujeres 25 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Cuando vemos un incremento de este tamaño en la tasa de homicidios de algún estado es muy claro que se debe al pleito entre mafias del mercado negro de drogas.
No todo el crimen organizado ejecuta, lo hace el que se dedica al narcotráfico. Las mafias de este negocio defienden su territorio a balazos y se envían mensajes con muertos. Vamos a ver el tema específico de ejecuciones: En el 2016 el promedio de ejecuciones al mes era cercano a 11, en el 2017, el promedio subió a 24 y el año pasado, la cifra llegó hasta 60 ejecutados por mes.
Sin embargo, el problema no para ahí, pues en este ambiente de plata o plomo, de corrupción y violencia extrema, la sociedad y la autoridad se colapsan. En el Semáforo Delictivo vemos rojos y deterioro en otros delitos como robo de vehículos, extorsiones, robo a negocio, lesiones dolosas y violencia familiar. El estrés se extiende a todo el sistema.
Es posible que toda esta violencia aún no esté tocando de manera significativa a los turistas, pero definitivamente está afectando a la población y a la percepción de seguridad. La baja en turismo, al igual que sucedió en Acapulco o en Los Cabos, es cuestión de tiempo y se puede precipitar con una historia de terror.
La misión de una autoridad estatal o municipal no es la guerra sino el desarrollo económico, social y urbano, y en materia de seguridad, la prevención de los delitos patrimoniales y sociofamiliares. La causa de este deterioro no está a nivel local sino a nivel federal: El gobierno federal le ha creado un caos al país al prohibir drogas y al intentar combatirlas con balas.
Lo hemos dicho muchas veces, los mercados no se combaten con policías o ejército, sino con principios económicos. Pero México parece que no quiere entender la lección. Quintana Roo no es la excepción, sino la regla. Nos preocupa el deterioro de otros estados que se suman a la larga lista de estados con focos rojos como Guanajuato, Aguascalientes, Jalisco, Puebla, San Luis Potosí, Nuevo León y la CDMX.
El Plan de Paz y Seguridad de AMLO contempla la regulación de drogas como estrategia de reducción de daños, pero no se ha implementado. La iniciativa de regular el cannabis duerme un sueño profundo en el Senado y no vemos iniciativas para regular otras sustancias que nos crean violencia como el de opio (amapola), la cocaína o el de las meta-anfetaminas.
Regular drogas es la única manera de resolver este dilema de raíz. Sin mercado negro se acaba el plomo y la plata, y lo que quede de él -por otros motivos, se combate de manera tradicional, con inteligencia, prevención social y policía de proximidad. Pero difícilmente podemos hacer o ejecutar una estrategia de paz con un gorila en la mesa.
Sin embargo, parece que AMLO le apuesta más a lo mismo pues intenta mantener el choque frontal al mercado de drogas con la Guardia Nacional y el ejército, algo que sólo algunos países como Colombia, Filipinas y Brasil hacen, con las mismas consecuencias negativas que en México.
Sobra decir, que ningún país desarrollado hace una guerra contra las drogas. Algunos previenen, otros regulan, algunos suavizan la prohibición, otros simulan, pero ninguno hace una guerra. Ni siquiera en EU ¿Conocen de algún capo que haya caído en EU? No, solo atrapan a narcomenudistas menores.
Sobra decir que es una guerra con tintes clasistas pues quienes mueren o son apresados, principalmente son jóvenes con pocas oportunidades en la vida, sí, los pobres, y también son ellos quienes más sufren cuando la inversión productiva se retrae por inseguridad, por corrupción extrema y por las malas decisiones de gobierno.
Hemos perdido el paraíso, para recobrarlo no se trata de rezar o catequizar sino de regular con inteligencia.
Con información de Forbes.