Con la publicación de Eclipse de siete lunas. Mujeres muralistas en México, Dina Comisarenco recupera la obra de 20 mujeres que se dedicaron al muralismo durante el siglo XX en México, donde destacaron artistas como Elena Huerta, Marion Greenwood, Elvira Gascón, Fanny Rabel, Rina Lazo y Olga Costa, entre otras.
Este libro es una rigurosa labor de rescate arqueológico en donde se recuperan datos y referencias que reconstruyen el panorama de la creación femenina a lo largo de una centuria, en un campo donde se había hecho invisible la acción de las mujeres, por olvido, explica la investigadora Karen Cordero.
En entrevista con Excélsior, Comisarenco explica que son pocos los investigadores que se han dedicado al estudio de las muralistas. Por ejemplo, “hay estudios de James Oles sobre las hermanas Greenwood, yo trabajé a Aurora Reyes y a Fanny Rabel, y hay un texto colectivo dedicado a algunas de las muralistas publicado por el Seminario de Investigación de Muralismo de la UNAM”.
Sin embargo, una aportación de este libro “es tratar a todas las muralistas en conjunto, contextualizando sus obras en relación con el ambiente político, social y cultura de las distintas etapas en las que trabajaron, y con la lucha a favor de los derechos de las mujeres”.
Así, al evitar aislar a las artistas como casos únicos y al contextualizar en cambio sus obras, los mensajes transmitidos por cada artista resultan reveladores y significativos, y pueden apreciarse lo mucho que tenían en común.
La omisión —aclara la investigadora— tiene que ver con lo poco que se conoce la labor de las artistas en general, no sólo por el hecho de que el muralismo ha sido generalmente monopolizado por los hombres, sino porque las mujeres que hacen arte público no se adaptan a los estereotipos que se asocian a la creatividad femenina con lo íntimo y lo doméstico.
“Así que la invisibilización a la que han sido sometidas las mujeres muralistas responde no sólo a las dificultades inherentes para estudiar su obra (poco reproducida y con archivos a veces en manos de familiares y no siempre de fácil acceso), sino también al desafío que significa su mera existencia para la forma en la que tradicionalmente se ha narrado la historiografía del arte mexicano del siglo XX”, explicó.
Las primeras muralistas en México datan de la década de 1920 y eran estadunidenses, apunta Comisarenco. Y en esa lista están Ione Robinson, Marion y Grace Greenwood, Ryah Ludens, Lucienne Bloch y Eleonor Coen. “En la década de 1930, Aurora Reyes fue la primera mexicana en realizar una pintura mural como autora. Se trató de El ataque a la maestra rural, en el Centro Escolar Revolución; me llamó la atención y me motivó a profundizar en el tema y a recuperar la obra de dicha artista y de las otras muralistas que la siguieron”, apuntó.
Editado por Artes de México, Eclipse de siete lunas va de 1920 a 1970 y reúne a 20 artistas que transitan del realismo al abstraccionismo y muestran que su narrativa aún está incompleta. “Algunas son muy conocidas en el campo de la pintura de caballete, como Reyes, Remedios Varo o Carrington, pero no tanto en sus creaciones de arte público. Sin embargo, entre las más productivas en mural hay que citar a Elena Huerta, Fanny Rabel y Rina Lazo, quien tiene más de 90 años y aún hace obra mural”.
Sin embargo, el movimiento muralista femenino ha seguido su curso y hoy existen muchas artistas mujeres que continúan, pero en distintas formas y técnicas, con arte callejero, acrílico o fresco tradicional. “Espero que este libro dé pie para un segundo volumen en el que se recupere la obra de artistas contemporáneas como Teresa Morán, Martha Ramírez, Carmen Parra, Patricia Quijano, Martha Tanguma, Margarita Gándara y Elena Climent entre otras”, dijo.
¿Qué tanto se han conservado las obras de estas muralistas?, se le preguntó a Comisarenco. “Algunas obras lamentablemente se han quedado en bocetos y nunca llegaron a realizarse. Otras que sí lo hicieron están muy bien conservadas, como las de Elena Huerta en el Centro Cultural Vito Alessio Robles de Saltillo o las de Fanny Rabel en el Centro Deportivo Israelita en la Ciudad de México; y otras más han sufrido a raíz de los temblores y de los avatares propios de los edificios públicos y necesitan una intervención urgente.
Diría que la documentación recopilada para este libro constituye una base para tomar conciencia del valor estético e histórico de las obras, y para tomar las medidas necesarias que permitan su restauración o a evitar su deterioro y olvido”, añadió.
El volumen cuenta con un apartado que reproduce algunas de las obras, como La industrialización del campo (1935), de Marion Greenwood; Industria moderna (1934) de Ryah Ludins; Ciclo de la vida de una mujer (1935), de Lucienne Bloch (ya destruido); Mujeres y niños en el río (1942), de Eleanor Coen, y El primer encuentro (1978), de Aurora Reyes.
Así como Motivos marinos (1952), de Olga Costa; Vida, milagros y muerte de San Antonio de Padua, de Elvira Gascón; Las delicias (1964), de Valetta Swann; La educación en la época mexicana (1966), de Regina Raull; El mundo mágico de los mayas (1964), de Leonora Carrington; y Homenaje a Belisario Domínguez (1973), de Maris Bustamante, entre muchas más.
Con información de Excélsior.