Es el sexto día consecutivo que Haití está paralizado debido a violentas protestas convocadas por sectores de la oposición y grupos sociales en contra de la gestión del presidente haitiano, Jovenel Moise, pero él sigue sin ceder.
Para el economista y activista político Camille Chalmers, las disposiciones adoptadas por el Ejecutivo son una burla porque repiten lo que el Gobierno había decretado en 2017, tras la juramentación del entonces primer ministro Jack Guy Lafontant, y que tras casi dos años no se cumplen.
Según el también director ejecutivo de la Plataforma Haitiana por la Defensa de un Desarrollo Alternativo, a pesar de las dificultades financieras el Gobierno continuó el aumento de los gastos y privilegios, hasta el punto que un senador cuesta al Estado mucho más que sus pares en todo el Caribe.
Mientras tanto, crece la crisis en los hogares y aumenta el número de personas por debajo del umbral de la pobreza, que ya alcanza al 80 por ciento de la población y una cuarta parte no puede cubrir sus necesidades alimentarias básicas.
En este contexto, algunos vislumbran el fin del gobierno de Moise y el paso hacia una administración transitoria que permita un nuevo régimen político, una nueva Constitución y redefina las pautas económicas para salir de la lógica neoliberal imperante.
‘La transición debe ser dirigida dentro de un consenso, hay que negociar entre todas las fuerzas políticas’, señaló Chalmers y advirtió la necesidad de asegurarse que este período permita llegar a la reestructuración de las estructuras políticas
Las manifestaciones en contra de la corrupción y el mal manejo de la economía, han cobrado la vida de al menos 15 personas hasta ahora, según medios extranjeros.
¿Por qué protestan?
La situación de los haitianos siempre ha sido muy precaria, pero se agravó en los últimos meses en un contexto económico difícil, con una fuerte depreciación del gourde (la moneda oficial), una elevada inflación, a lo que se ha añadido una crisis de electricidad derivada de la escasez de gasolina.
Las personas están furiosas, acusan corrupción y desfalco de un programa venezolano, mediante el cual se enviaba petróleo a precios favorables a Haití. Los manifestantes coreaban consignas y sostenían mantas en las calles de Puerto Príncipe, preguntando: “¿Dónde está el dinero de Petrocaribe?”.
Moise Jean Charles, un líder opositor, dijo que las manifestaciones continuarán en los próximos días hasta que Moise renuncie, algo que éste ha dicho que no hará.
La comunidad internacional y el sector económico nacional ha llamado al diálogo para buscar soluciones a la crisis política y económica, lo que no ha logrado contener las protestas, las cuales continuarán, de acuerdo con los promotores.
¿Por que a nadie le importa Haití, y a nadie le duele Haití?
La verdad es esa. A nadie le importa Haití. Y todos saben por qué. Porque la república de Haití es pobre, la más pobre de toda América y porque sus habitantes son negros y los negros no son bienvenidos en muchas partes, como ocurre en La Florida que devuelven a sus balseros aunque toquen tierra con sus pies bien secos y digan la verdad, que se van de su país por razones económicas y no porque no haya libertad.
Las informaciones que llegan de Haití son alarmantes. Ex militares que pertenecieron a anteriores gobiernos dictatoriales han regresado al país cruzando la frontera de República Dominicana con el fin de avanzar sobre la capital, Puerto Príncipe, para derrocar al gobierno de Jean Bertrand Aristide. La rebelión se ha extendido a otras poblaciones del país. Mientras, en la comunidad internacional se discute el caso haitiano, pero nadie ha dicho qué hacer y cómo hacerlo para evitar que el baño de sangre llegue a tragedia de holocausto. ¿Naciones Unidas, la OEA, el Caricom?
Se dice que la responsabilidad de la crisis haitiana recae directamente sobre el propio Presidente Arisitide porque en las elecciones congresionales pasadas, en las cuales la oposición se negó a participar por faltas de garantías, el gobierno tomó posesión de todos los escaños del parlamento.
Pero lo que comenzó como una protesta cívica de manifestaciones callejeras se ha convertido en una verdadera guerra en la que ni gobierno ni oposición civil tiene el control de la situación. Ahora los que aparecen como los jefes del movimiento contra Aristide no son los políticos descontentos, sino otros más violentos, como es el caso del cabecilla de una milicia armada, Louis Jodel Chamblain, quien ya dirigiera un Golpe de Estado contra Aristide en el año 1991.
En la revuelta también está Guy Philippe, un odiado jefe de la policía haitiana durante la dictadura militar que derrocara a Aristide, gobernando brutalmente el país desde el año 1991 hasta el 1994. Philippe, sindicado como feroz violador de los derechos humanos, encabeza una banda de mas de 300 hombres armados listos para atacar el palacio Presidencial y establecer un gobierno militar después de «ajusticiar» a Aristide.
Negra se ha tornado la situación en Haití. En la OEA, en Naciones Unidas, en París y en Washington se habla con preocupación sobre la situación haitiana. Pero ningún organismo internacional ni gobierno de las llamadas “democracias ricas del llamado mundo libre” ha tomado la decisión sabia y humanitaria de ayudar a resolver la crisis haitiana, que para empezar a buscar soluciones, debe iniciarse con una ayuda humanitaria masiva. Porque es el hambre, la miseria, el deterioro de la economía, la que ha provocado, como ha sido en otras ocasiones, la crisis que hoy amenaza a llevar al desastre a la nación haitiana.
Lamentablemente a nadie le importa Haití. Porque los haitianos son pobres y porque los haitianos son negros. Nadie lo dice, pero esa es la verdad. ¡Que se maten entre ellos que en Haití ni hay oro ni hay petróleo!. Porque si así fuera, ya el mundo hubiera dicho: ¡Aquí estamos! Pero no es así. ¿Negros y pobres? Derechos humanos, ¿para qué?.
Con información de Chileokulto.