¿Qué es lo peor que podría pasar en la economía global? Estos son cuatro escenarios basados en los casos desarrollados en China y otros países, así como las estimaciones de riesgos para las cadenas de suministro globales, entre otros factores.
El coronavirus está globalizado y podría detener la economía mundial.
Una pandemia que inició en las profundidades de la provincia china de Hubei se extiende rápidamente. Hay brotes grandes desde Corea del Sur hasta Italia e Irán, y hay casos crecientes en México. Las consecuencias económicas podrían incluir recesiones en Estados Unidos, la Eurozona y Japón, el crecimiento más lento registrado en China y un total de 2.7 billones de dólares en pérdida de producción, equivalentes a todo el PIB de Reino Unido.
Ese es el más extremo de los cuatro escenarios desarrollados por Bloomberg Economics, basándose en la experiencia en China, la distribución de casos en otros países, las estimaciones de riesgos para las cadenas de suministro globales y un modelo a gran escala de la economía global.
Con tantas incógnitas que rodean la trayectoria de la epidemia y la respuesta del gobierno y las empresas, los pronosticadores no pueden aspirar a la precisión. Pero estos cuatro escenarios ofrecen una forma de rastrear los efectos potenciales a través de países e industrias, y evaluar su orden de magnitud. El punto de partida para el análisis es lo que pasa en China, donde las ventas de automóviles han caído un 80 por ciento, el tráfico de pasajeros ha bajado un 85 por ciento de los niveles normales y las encuestas comerciales están tocando mínimos históricos. La economía, en otras palabras, prácticamente se ha detenido.
Escenario 1: Duro golpe a China y contagio a todo el mundo.
Para el resto del orbe, China es una fuente de demanda, una fuente de suministro y un foco de preocupación para los mercados financieros:
En 2019, las importaciones de China llegaron a 2.1 billones de dólares. Las ventas en ese país son una fuente importante de ingresos para las multinacionales.
Y la ausencia de turistas chinos golpea a todos, desde los resorts del sur de Asia hasta las boutiques de París.
China es el mayor productor mundial de componentes manufacturados. Cuando las fábricas chinas cierran, los productos, que van desde los iPhones hasta la maquinaria de construcción, se vuelven más difíciles de encontrar.
El impacto también llega a las pequeñas empresas.
Las crisis chinas se han extendido a través de los mercados mundiales antes, incluida la devaluación sorpresiva del yuan en 2015.
El coronavirus está repitiendo el patrón, en una escala mayor, a medida que las acciones caen en todo el mundo y golpean la riqueza de los hogares y la confianza empresarial.
Si China puede controlar rápidamente el brote y la fábrica del mundo vuelve a la vida en el segundo trimestre, entonces el impacto en el resto de la economía mundial podría ser contenido.
Esa es una posibilidad real. Una encuesta realizada por Made-in-China.com, una de las principales plataformas que conecta a proveedores chinos y compradores globales, descubrió que a fines de febrero, el 80 por ciento de las empresas manufactureras habían reanudado sus operaciones. Al cierre de abril, menciona el gerente general Li Lei, la capacidad de producción debería volver a la normalidad.
Si eso pasa, habría un choque severo en la primera mitad del año, seguido de una recuperación en la segunda.
Escenario 2: Brotes causan una disrupción focalizada
¿Qué pasa si el problema empeora? En el escenario dos, suponemos que China tarda más en volver a la normalidad: una recuperación en forma de “U” en lugar de una “V”.
“Incluso cuando las fábricas vuelvan al trabajo, no todos los problemas están resueltos”, dijo Li, el gerente de Made-in-China.com. “Muchas fábricas no tienen suficiente inventario… los obstáculos de la cadena de suministro limitan la capacidad de producción”.
También asumimos que Corea del Sur, Italia, Japón, Francia y Alemania, las principales economías distintas de China que han visto la mayoría de los casos de virus, se ven más afectadas. En nuestros cálculos, eso lleva el crecimiento global para 2020 a un 2.3 por ciento, por debajo del pronóstico previo de 3.1 por ciento.
Escenario 3: Contagio generalizado
¿Peor que eso?
En el escenario tres aplicamos un choque más severo a Corea del Sur, Italia, Japón, Francia y Alemania. Y agregamos una conmoción menor a todos los países que informaron casos a principios de marzo.
Eso incluye a EU, India, Reino Unido, Canadá, México y Brasil, lo que significa que las 10 economías más grandes del mundo sufren una desaceleración mientras luchan por contener la propagación interna del virus.
Así, el crecimiento global para 2020 se desliza a 1.2 por ciento. La zona del euro y Japón entran en recesión, y el crecimiento de Estados Unidos cae al 0.5 por ciento. La economía mexicana podría entrar en terreno negativo.
Escenario 4: Contagio global
¿Peor aún?
Para capturar el impacto económico de una pandemia global, asumimos que todos los países en nuestro modelo enfrentan un shock severo, equivalente a la caída en el crecimiento que China está sufriendo en el primer trimestre.
Si eso sucede, el crecimiento mundial para el año se reduce a cero. Estados Unidos se une a la zona del euro y Japón en contracción, lo que podría cambiar la dinámica de las elecciones presidenciales en ese país. La economía de China se expande solo un 3.5 por ciento, la más lenta en los registros desde 1980, cuando las reformas de Deng Xiaoping apenas comenzaban. A nivel mundial, la producción perdida alcanza los 2.7 billones de dólares.
Otros pronosticadores también están haciendo sonar la alarma.
La OCDE redujo su expectativa de crecimiento global a 2.4 desde 2.9 por ciento, y advirtió que podría caer hasta 1.5 por ciento. Goldman Sachs espera una contracción global en la primera mitad del año. Los pronósticos para el PIB del primer trimestre en China varían desde 5.8 hasta -0.5 por ciento.
El virus es, al menos en parte, un shock de oferta: cerrar fábricas y obligar a los trabajadores a quedarse en casa.
Eso no es algo sobre lo que los responsables políticos puedan hacer mucho. Los recortes de tasas, como el aplicado por la Reserva Federal, y un mayor gasto ayudarán a poner un piso bajo los mercados financieros frágiles y revivirán la demanda una vez que la crisis haya terminado. En el calor del brote, el estímulo corre el riesgo de avivar la inflación sin acelerar el crecimiento, lo que empeora el problema.
Agrega el nivel históricamente bajo de tasas de interés del mundo y el alto nivel de deuda, que limitan el margen de maniobra, y está claro por qué los responsables de la política económica, como todos los demás en el mundo, esperan que el brote pueda controlarse rápidamente. Su propio juego de herramientas no es adecuado para la tarea.
Al igual que el resto del mundo, México, que hasta este miércoles registraba más de 100 casos confirmados y una persona muerta, no se ha librado del contagio económico y financiero por el temor al virus. En un mundo tan interconectado, resulta solo lógico que la presencia de la enfermedad tenga el potencial de trastocar la vida de millones de personas, aunque hasta ahora el impacto se ha limitado a las finanzas.
La Bolsa Mexicana de Valores (BMV) ha perdido terreno a doble dígito en lo que va del año, haciendo eco de la debacle financiera global. El peso, que hasta antes de la volatilidad por el coronavirus había llegado a rozar los 18 pesos por dólar, ha estado peligrosamente cerca de los 23 por cada billete verde, en una de las peores jornadas para los mercados en las semanas anteriores.
La pérdida del peso frente a la divisa estadounidense es un muy mal presagio para el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha usado ese indicador como una especie de termómetro no oficial para la estabilidad y confianza de los mercados en su gobierno.
En diversas ocasiones, en público y en privado, el presidente López Obrador se ha referido a nuestra moneda como el “peso fortachón”.
Y no es para menos. Desde el último día del gobierno de Enrique Peña Nieto hasta el cierre de 2019, la divisa mexicana había logrado una recuperación frente al dólar de 7 por ciento, lo que había sido un factor importante para mantener baja la inflación y con ello permitir un crecimiento de los salarios reales, el más elevado desde principios de este siglo.
López Obrador, pese a no ser un experto financiero, sabe del valor simbólico que tiene la cotización del peso frente al dólar para una gran parte de la población. Ese cuadro cambió con los efectos del coronavirus y se vieron niveles de más de 20 pesos con picos incluso superiores a los que se observaron poco antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca.
A los problemas cambiarios se le suma una guerra abierta de precios en el mercado de petróleo, que mandó a la mezcla mexicana por debajo de los 30 dólares por barril. Las finanzas públicas del país, que tanta disciplina han demandado por parte del presidente, podrían empezar a resentir el impacto, especialmente si el gobierno debe gastar más para enfrentar un posible brote mayor de coronavirus.
Para este año, el presupuesto para salud del Gobierno federal suma 128 mil 826 millones de pesos, un 3.6 por ciento más que en 2019. Cualquier reasignación para salubridad será a expensas de otros programas y dependencias, pues hasta el momento los ingresos del gobierno no han mostrado un excedente importante para compensar.
Además, la economía no está en su momento más fuerte. El año pasado se contrajo 0.1 por ciento y casi todas las previsiones de especialistas e instituciones financieras colocan al crecimiento de este año por debajo de 1 por ciento. Únicamente la Secretaría de Hacienda está por arriba de ese nivel todavía.
El ‘optimismo’ de Hacienda parece un reflejo de todo el gobierno federal. Ya con la pandemia global declarada por parte de la OMS, la administración de López Obrador insistía en que en México no había todavía motivos para alertarse. Las ligas deportivas en EU suspendieron operaciones, lo mismo que varias en Europa. México mantuvo su postura.
De hecho, el bajo recuento de casos confirmados de coronavirus en el país, que apenas se movía tras semanas de darse a conocer un brote en otros países, genera preocupación sobre la idoneidad de las pruebas para la enfermedad y si el gobierno está haciendo lo suficiente para prepararse para una epidemia.
“Me preocupa la falta de realización de pruebas diagnósticas”, aseguró Francisco Moreno, especialista en enfermedades infecciosas y jefe de Medicina Interna del Hospital ABC en la Ciudad de México. “Si en México ya hay casos detectados circulando, la diseminación de la enfermedad será brutal”.
México ha decidido en gran medida no implementar esfuerzos de contención. Los aeropuertos no hacían pruebas a los viajeros de países con un gran número de casos y no se han cancelado todos los grandes eventos públicos, como conciertos o partidos de futbol. Quienes trabajan desde casa lo hacen principalmente bajo las políticas regionales de sus empleadores corporativos multinacionales.
Pero según el presidente López Obrador, en México tenemos a los mejores expertos en la materia atendiendo el tema del coronavirus en el país. Los mercados a nivel global, incluido el de México, caen constantemente y hemos llegado a terrenos prácticamente desconocidos, en donde todos estamos bajo riesgo de contraer una enfermedad que ha cerrado países enteros, provocado la prohibición de viajeros desde Europa a Estados Unidos por 30 días, y amenaza con generar una disrupción inédita en nuestras vidas.
Los escenarios en este artículo son claros y nos acercamos con rapidez al peor de todos. Pero en México, al menos hasta el cierre de esta edición y fuera de los mercados financieros, el ambiente parecía el mismo de siempre. Y eso podría tener un alto costo muy pronto.
Artículo publicado por El Financiero.