Neutralizantes, oxidantes y aglomerantes, son los ingredientes que se mezclan en la pirotecnia, además del perclorato de sodio que da propulsión al cohete, los metales pesados que aportan el color y los aerosoles que producen la detonación.
En los aires, esa mezcla libera también monóxido de carbono (CO) y partículas suspendidas (PM2.5), que junto con el humo del transporte, fábricas, fogatas, calentones y quema de llantas o basura, genera alta contaminación, escasa visibilidad y sensación de neblina.
¿El resultado? graves males respiratorios que causan las PM2.5 al ser inhaladas y entrar directamente hasta el fondo pulmonar. El CO, gas sin olor ni color, puede causar súbito malestar por envenenamiento, e incluso la muerte, mientras los metales impactan al sistema respiratorio, advierten organismos de salud.
A su vez, el perclorato de sodio que detona la cohetería cerca de los cuerpos de agua aumenta hasta un millar de veces los niveles normales y daña a microorganismos y fauna acuática.
Además el ruido y las luces resultado de los estallidos durante largos tiempos y en grandes cantidades, perturba los ecosistemas.
Aprendamos a disfrutar el color y sonido de las fiestas que celebramos durante el año, pero también pensemos en la salud de todos, principalmente la de los más vulnerables -niños, ancianos y personas con males respiratorios y cardiovasculares-, así como en la salud del medio ambiente.