¿Quién no vio alguna vez un pájaro atrapado en las fauces de un gato? Pero a Charles Bukowski esa visión le inspira un pensamiento del que en este libro tenemos tres versiones que se superan una a otra: “…y las alas inertes / las alas grises inertes,/ en unas fauces / inmisericordes; en el mundo; somos nosotros”.
Y luego: “vi las alas y estaban inertes como un amor descompuesto…”
Y también: “Las fábricas, las cárceles, los días y las noches de borrachera, los hospitales me han debilitado y zarandeado como a un ratón en la boca de un gato: la vida”.
Estos poemas y textos breves sobre el gato forman una compilación, Charles Bukowski Gatos (Ediciones Continente, 2015), editada por Abel Debritto que, como bien señala éste, no es almibarado ni empalagoso; algo frecuente en este tipo de escritos. Aunque ya publicados en libros o en revistas, muchos de ellos fueron tomados directamente de los manuscritos del autor.
Bukowski, escribe Debritto, quisiera ser gato en una próxima vida “para pasarse el día durmiendo (…) sin remordimiento alguno”. Y agrega: “En un país en el que morir trabajando en la oficina es un objetivo vital cada vez más común, el dolce far niente al que aspira Bukowski supone un desafío a las normas, al sistema que nos aborrega y adoctrina desde la cuna hasta el último aliento”.
“Bukowski es como un gato esquivo, dice el editor, ‘un inconformista que no dudaba en vilipendiar a la humanidad al tiempo que contemplaba embelesado a sus gatos”.
El gato, es cierto –¿quién que haya convivido con alguno no lo sabe?-, el gato se ne frega de todo o de casi todo. Y la misantropía, frecuente a medida que se avanza por el camino de la vida, inevitable a veces, suele ir acompañada de un creciente apego o interés por los animales. Un “gato esquivo”, le hace pensar a Debritto en Bukowski, “siempre atrincherado en sus apartamentos de Los Angeles, lejos de los focos y la adulación”, un “inconformista en toda la regla que no dudaba en vilipendiar a la humanidad al tiempo que contemplaba embelesado a sus gatos para imbuirse de la serenidad necesaria…”
En palabras de este escritor irreverente: “Los animales son una fuente de inspiración. No saben mentir. (…) La tele me pone enfermo en cinco minutos, pero miro a un animal durante horas y solo veo gracia y gloria, la vida tal y como debería de ser”.
En algunos de los textos reunidos en Charles Bukowski Gatos, los conceptos se repiten o, mejor dicho, son reescritos; unos parecen borradores de los siguientes, a su vez reversiones de los anteriores. Pero todos son pertinentes en cuanto al comportamiento de los gatos y la fascinación que ejercen en muchos humanos.
Lo que atrae, generalmente, es ese espíritu salvaje que nunca los abandona, incluso el ejemplar más apoltronado puede en cualquier momento tensarse, sacar las garras y travestirse en fiera. Y esa envidiable indiferencia majestuosa.
“EL GATO ES UN DIABLO HERMOSO”
Este fragmento merece ser copiado: “Los gatos no tienen nada en cuenta, por eso cuando atrapan un pájaro no lo sueltan. Son un claro ejemplo de que cuando los elementos de la naturaleza entran en juego no hay nada que hacer. El gato es un diablo hermoso, nunca mejor dicho. Algunos perros y algunas mujeres acaban cediendo, pero los gatos, joder, seguirán ronroneando y bebiendo leche mientras las paredes de su casa se desmoronan a su alrededor”.
Otras reflexiones que le inspiran los gatos se refieren al amor: “no me gusta que el amor sea una orden, una búsqueda. tiene que venir a tu encuentro como un gato hambriento a la puerta de tu casa”.
Aunque escribe “Ojalá fuera tan hombre / como gato es él”, no todo son rosas en el vínculo de Bukowski con los gatos -propios o ajenos, domésticos o vagabundos-; no siempre se muestra gentil y tolerante (“el próximo gato callejero que llegue a casa/ se quedará/ en la calle”).
Y algunos comentarios son prosaicos -es Bukowski-, ya que su observación del comportamiento de los gatos no excluye ningún aspecto: los orines, el celo, las peleas entre machos… hasta el tamaño de los “huevos” de su mascota; todo es material de escritura.
Comparando la dimensión de los suyos con los de su gato, escribe: “Buena suerte, colega, / no nos es fácil, / de los huevos colgamos, eso es todo / y me vendría bien usarlos… / mientras tanto, / vigila las miradas y ataca con la izquierda / y corre como alma que lleva el diablo / cuando ya no te sirvan / de nada.”
Reconoceremos nuestro gato y todos los gatos en estas descripciones sobrias, directas, graciosas. Como la de su mascota “persiguiendo algo / que ninguno de los dos / ve”.
“No se asustó al verme. (…) Era un buen tipo y el gato lo sabía. Los animales saben cosas así. (…) Entré en casa y me siguió”, escribe. Y así alberga Bukowski muchos callejeros, en su mayoría no castrados, con los consecuentes desastres, pero algún que otro capado también: “Butch, toda una vieja / gloria / que sigue luchando / sin tenerlos puestos”.
Butch, que efectivamente sigue buscando pelea, pasará a ser Butch Van Gogh cuando le arranquen la oreja en la calle y será Butch Bukowski cuando lo internen en la veterinaria para curarle otras heridas de guerra y salvarle la vida.
Cuando ya tiene cinco gatos callejeros, se dice a sí mismo: “da igual el sinfín de latas de atún / que hay que ir a comprar: son combustible / para una dignidad, pura, ilimitada, una / vitalidad asombrosa e / inagotable, / sobre todo cuando la vida nos / puede: le damos demasiadas / vueltas / a las cosas.”
Su pesimismo escéptico encuentra espejo en los gatos: “Saben que no vale la pena entusiasmarse por nada”.
Sigamos o no a Bukowski en esta vía sombría, sin duda es fácil identificarse con sus razones para apegarse a los gatos: “Cuando los elementos me atenazan y paralizan, me limito a mirar a mis gatos. Tengo 9. Miro a uno de ellos, dormido o medio dormido, y me relajo. Escribir también es mi gato. La escritura me ayuda a plantarle cara a todo. Me apacigua. Aunque sólo sea durante unos instantes”.
Por ello, vale la pena tolerar el despotismo felino. “Los muy malditos me despierten por la mañana para que los deje salir. Si no lo hago, se cargan el mobiliario. Pero son unos animales hermosos y maravillosos. Son la serenidad en persona”.
En suma, un librito encantador, para leer de un tirón o para tenerlo a mano, abrirlo al azar en cualquier página y empatizar siempre con lo que nos dice de los gatos.
Con información de Infobae.