Al inicio de 1998, Keith Raniere atrajo a miles de acólitos a la oficina central de su grupo de autoayuda en las afueras de Albany, Nueva York, bajo la promesa de lecciones de transformación de vida. Raniere no sólo prometió a sus clientes liberar su mayor potencial; les aseguró que con sus métodos podría abatir los síntomas del síndrome de Tourette e inclusive ayudar a que sus hijos hablaran hasta 13 idiomas.
Sin embargo, en un reportaje de portada en octubre de 2003, Forbes expuso que “algunas personas ven un lado más oscuro y manipulador” en el futuro gurú. Decían que él lideraba “un programa similar a un “culto dedicado a quebrar emocionalmente a sus sujetos” al tiempo que “los introduce a un extraño mundo con pretensiones mesiánicas, lenguaje idiosincrásico y prácticas rituales”.
“Creo que es un culto”, dijo el fallecido Edgar Bronfman a Forbes en 2003. Sus dos hijas, Sara y Clare se habían involucrado con el grupo y Clare ayudaba con su fundación.
Adelantando 15 años: Raniere enfrenta un juicio por cargos de tráfico sexual, labor forzada, extorsión y crimen organizado en relación con Nxivm (pronunciado nexium), grupo que nació a partir de uno previo. Para evitar ir a juicio junto con Raniere, Clare Bronfman y cuatro mujeres más aceptaron declarar su culpabilidad por los papeles que jugaron en Nxivm. Los fiscales dicen que el grupo era una organización criminal que ejercía coerción sobre las mujeres, incluyendo niñas menores de edad, para tener sexo con Raniere. Clare Bronfman, que recibirá sentencia en julio tras haberse declarado culpable el mes pasado sobre cargos menores, podría pasar dos años en cárcel.
Lo niega todo
Raniere ha negado todos los cargos en su contra y se declara no culpable. En los primeros días del juicio, su defensa se basó en que lo que sucedió en Nxivm fue principalmente bajo el consentimiento de personas adultas que querían mejorar sus vidas con la ayuda de un coach. El juicio, plagado de acusaciones salaces de sexo forzado, encierros, y hasta marcaje como ganado con hierro de seguidoras de Raniere, podría durar entre cinco y seis semanas.
Los devotos seguidores de Keith Raniere dicen que él es una de las personas más inteligentes y éticas con vida. Lo describen como un genio humilde y habla suave que puede diagnosticar los males de la sociedad con notable claridad. Dicen que sus enseñanzas como coach ejecutivo inspiraciones pueden empoderar a las personas más exitosas en el mundo para obtener niveles más altos en posición y dinero. Es más, su programa incluso puede curar males como la diabetes y la escoliosis.
Unas 3,700 personas se han acercado a Raniere, de 43 años, y a Executive Success Programs, el negocio que él creó en 1998. Gracias a una poderosa red de promoción boca a boca, en su negocio incluyó a Sheila Johnson, cofundadora de Black Entertainment Television; Antonia C. Novello, extitular de la oficina del Cirujano General de EU, Stephen Cooper, director interino de Enron, las dos hijas del multimillonario Edgar Bronfman, de Seagram; así como Ana Cristina Fox, hija del (entonces presidente) de México (Vicente Fox). Los discípulos de Raniere dicen que sus métodos afinan su enfoque y les dan una mayor capacidad de analizar las motivaciones de los demás. “Es como una maestría práctica”, dice uno de sus acólitos, Emiliano Salinas, hijo de otro expresidente de México.
Raniere, quien no tiene un título de maestría, se ha beneficiado de manera astuta de la moda bien pagada del coaching ejecutivo, un mercado multimillonario en crecimiento. Ahí se cuentan firmas establecidas y personajes reconocidos que prometen, por un pago, ayudar a las personas a ser mejores ejecutivos, mejorar su productividad, y navegar con éxito las políticas de oficina. Entrenadores famosos, como Marshall Goldsmith, el profesor Vijay Govindarajan, de Dartmouth, y Richard Leider, cobran entre 25,000 dólares por día a 100,000 por media docena de sesiones a lo largo de año y medio. Ellos enseñan a los ejecutivos a cambiar sus “comportamientos negativos” para encontrar qué los impulsa y cómo dar con las metas correctas.
Keith, el manipulador
Sin embargo, algunas personas ven un lado más oscuro y manipulador en Keith Raniere. Los detractores dicen que lidera un programa de culto en el que destroza a sus sujetos psicológicamente, separándolos de sus familias e induciéndolos en un extraño mundo de pretensiones mesiánicas, lenguaje idiosincrásico, y prácticas rituales. “Creo que es un culto”, dice Bronfman. Aunque una vez tomó un curso y patrocinó el programa, él no ha hablado con sus hijas en meses y le preocupan las muchas horas y las inversiones emocionales y financieras que han dedicado al grupo de Raniere. Una de sus hijas, Clare, de 24 años, ha prestado al programa 2 millones de dólares, con una tasa de interés de 2.5%, dice el señor Bronfman (pero ella lo niega).
Raniere dice que nada en sus operaciones indican que dirige un culto y que, de hecho, muchos participantes creen que Executive Success es un buen programa de coaching y ya. Stephen Cooper, de Enron, se ubica en esta categoría. Y aun así, Raniere es un mentor poco común para los ricos y bien conectados. Hace una década, él manejaba una presunta operación piramidal que colapsó tras sumar a por lo menos 250,000 clientes y generó más de 33 millones de dólares en un año. En enero, un juez federal falló en favor de una exnovia quien tuvo una amarga batalla legal con Raniere. El juez invocó el “arrebato vengativo de un sujeto despechado” y descubrió que Raniere la había hostigado, arruinó su negocio y la manipuló para que dejara a su hijo de 10 años con el padre del menor. La mujer, Toni F. Natalie, le contó a Forbes que ella cree que Raniere le lavó el cerebro, convenciéndola de que su papel en la Tierra es tener a su bebé, el bebé que cambiará el curso de la historia. Raniere dice que esta acusación es “ridícula e irracional”.
A la vanguardia del fraude
Por estos días (de 2003) Raniere quiere que sus seguidores le llamen “Vanguard”. (Su asociada en el negocio, Nancy Salzman, una exenfermera y terapista de 49 años, y cara pública de Executive Success, le llama “Prefecto”. El pelo largo y castaño y su barba le an a Raniere un look un poco parecido al de Jesús. Su conducta bien calculada podría convencer de que se trata de un profesor de filosofía, o quizá un poeta sin oficio ni beneficio. No tiene licencia de conducir pues confía en los aventones que le dan sus amigos, o prefiere caminar unos 20 kilómetros al día. Afirma que no tiene una cuenta bancaria y que declina cualquier salario proveniente del programa de coaching de 4 millones de dólares al año que él creó. “Consideró que todo es un pago por lo que he hecho”, dice. Aunque es copropietario de una casita cerca de Albany, NY, junto a una amiga, dice que pasa la mayor parte de las noches en una u otra de las casas de tres amigos. Asegura que no posee una casa. “Yo vivo una vida similar a la de un ratón de iglesia”, dice con una sonrisa candorosa que te desarma.
Ambición y un lenguaje propio
Sus enseñanzas son misteriosas, plagadas con una jerga propia e impenetrable sobre ética y valores y definida por un ethos de ambición ciega similar a la de los personajes intensos de una novela de Ayn Rand. ¿Su truco? Que tu propio interés sea lo máximo, que no te motive lo que los demás quieren, y evita a los “parásitos” (como etiqueta a las personas que necesitan ayuda). Sólo con ello podrás ser verdadero contigo mismo y llegar a ser “ético”. El otro lado de la moneda, claro está, es que en esta cosmovisión se soslayan virtudes como la caridad, el trabajo en equipo, y la compasión… pero quizá es algo que nosotros no entendemos.
El programa Executive Success se parece a los grupos de motivación como Landmark Forum, el Sterling Institute of Relationship, y Lifespring. También evoca los entrenamientos del “potencial humano” de la década de los 70, con ciertos elementos parecidos a los de la Cientología y paralelismos con EST, el polémico programa de pensamiento grupal fundado por Werner Erhard.
A diferencia del EST, que cobró fama por impedir a los estudiantes usar el baño en las sesiones, Executive Success ofrece muchos descansos. Los estudiantes pagan hasta 10,000 dólares por cinco días de lecciones y pruebas emocionales en sesiones de 13 horas. En clase se quitan los zapatos, practican saludos de mano extraños, y utilizan bandas con colores en código que señalan los rangos dentro de la organización. Cuando un estudiante de alto rango entra al salón, los demás deben ponerse de pie para demostrar su respeto. Ahí les enseñan a hacer caravanas uno a otro y a “Vanguard”. Cuando de vez en vez él se presenta, como si fuera Elvis Presley, los estudiantes corren hacia él. Algunos excelentes dicen que lo vieron saludar de beso en la boca a cada una de las mujeres. Sin embargo, Raniere niega esto.
Un culto de 12 pasos
Una vez al día, los estudiantes recitan un discurso de 12 puntos con una misión redactada por Raniere. (Aquí un ejemplo: “No hay víctimas definidas; por lo tanto, no elegiré ser una víctima”.) El tono es apocalíptico, con algunos errores ocasionales, a pesar de su ingenio. El mundo está lleno de gente que quiere “destruirse entre sí, robarse, sobajar a los demás y alegrarse de la desgracia ajena”. Por lo tanto, escribe Raniere: “Es esencial para la supervivencia d ella humanidad” que la riqueza y recursos del mundo estén bajo el control de “gente exitosa y ética”, por ejemplo, los que se entrenan con Executive Success.
Es un tremendo trabajo de venta, algo que le viene bien a este manipulador corporativo. Raniere, quien nació en Brooklyn y se crio en los suburbios (de Nueva York), es adicto a la promoción, lo mismo que su padre, quien trabajó en publicidad. Una vieja biografía dice que Keith “es una de las tres principales personas expertas en solucionar los problemas del mundo”. Su sitio Web incluye citas de Albert Schweitzer, Margaret Mead y él mismo. “Los humanos pueden ser nobles. La cuestión es: ¿Vamos a poder poner en marcha lo necesario?, escribe, y concluye que su programa “representa el cambio que la humanidad necesita a fin de alterar el curso de la historia”.
El genio de la transa
Reniere afirma que él aprendió a hablar con oraciones completas al año; que se enseñó a sí mismo matemáticas nivel preparatoria en 19 horas cuando tenía 12 y que a los 13 había aprendido matemáticas a nivel universitario y varios lenguajes computacionales. De niño leyó una novela de ciencia ficción de Isaac Asimov sobre un brillante científico que sabía que su galaxia entró en un declive irremediable y redujo todo el comportamiento humano a elegantes ecuaciones matemáticas. Eso inspiró a Raniere a querer hacer lo mismo. Tras graduarse del Instituto Politécnico Rensselaer, en Troy, NY, en 1982, con especialidad en física, matemáticas y biología, halló trabajo en programación de software y consultorías.
En su trabajo comenzó a nutrir su idea de interés propio inmaculado como un camino al comportamiento ético. Para él, los empleados a menudo toman trabajos que no les gusta y toman decisiones en las que no creen. En un mundo más ético, razonaba, debería tener gente que comprendiera sus metas y se dedicaran a cumplirlas. Raniere dice que se inspiró en los libros de Rand. Los protagonistas de Atlas Shrugged (La rebelión de Atlas) y The Fountainhead (El manantial), son hiperindividualistas, agresivos y despiadados.
En 1990, Raniere decidió aplicar su teoría en su nuevo negocio, Consumer’s Buyline, un programa de mercadotecnia multinivel cercano a Albany que prometía enormes comisiones a los clientes existentes que pudieran enrolar nuevos. Recorrió todo el país ofreciendo descuentos en abarrotes, lavadoras y hasta noches en hoteles, azuzando multitudes de individuos enfebrecidos y hambrientos de ganancias. “Era como un personaje mitológico”, dice Robert Bremner, un exvendedor del programa. “El tipo con el IQ de 240 llegó a la ciudad”.
Mucha fortuna, pero nada en el bolsillo
Raniere dice que para fines de 1993 ya había vendido 1,000 millones de dólares en productos y servicios, daba empleo a 80 personas y un cuarto de millón de seguidores le pagaba 19 dólares al mes para promover sus productos. Para ese momento, dice, su fortuna era de 50 mdd. A pesar de ello, nunca llevaba dinero, dice Bremner, quien añade que Raniere parecía dormir todo el día, se presentaba en su oficina a las 10 de la noche y realizaba juntas a la 1 de la madrugada. El negocio comenzó a tambalearse, las deudas crecieron y los clientes se quejaban. Autoridades en 20 estados comenzaron a investigar. En 1993, el fiscal general de Nueva York presentó una demanda civil en contra de Consumer’s Buyline, con el alegato de que era un negocio pirámide. Sin admitir ningún delito, Raniere llegó a un acuerdo por 40,000 dólares, de los cuales apenas pagó 9,000. Dice que no puede pagar lo demás a pesar de que refiere que sus holgadas finanzas le permiten vivir de sus ahorros.
Un año después, Raniere creó otro negocio multinivel, National Health Network, que vendía vitaminas. Junto con su exnovia Toni Natalie, montaron una tienda de productos de salud en Clifton Park, NY. Un día en 2007, Raniere conoció a la mujer que se convertiría en su socia, Nancy Salzman. Ella era una enfermera y terapeuta que había estudiado hipnosis y programación neurolingüística, con la cual los terapeutas examinan e imitan los patrones de lenguaje y discurso de una persona para alterar su comportamiento. (Raniere también estudió esto.)
La socia y cómplice
Salzman acababa de pasar por una etapa difícil. Raniere le pareció cautivador y para ella se convirtió en su guía espiritual, convirtiéndose en su más ardiente seguidora. “No hay un descubrimiento más importante para la humanidad desde la escritura como la tecnología de Raniere”, Salzman escribió una vez en un folleto. Le dio terapias a la novia de Raniere, Toni Natalie, y le prestó 50,000 dólares para el negocio de productos de salud. Cuando éste quebró en 1999, se detonó una amarga batalla legal en una corte federal de bancarrotas en Albany. Raniere tomó el lado de Salzman y Natalie se retiró. Los registros de la corte demuestran que Raniere envió a Natalie versos anotados de Paradise Lost (Paraíso perdido). (“Y hasta el menor de sus movimientos desconciertan la infernal malicia—estúpida/débil”.) Dibujó un diagrama con el plan de vida de Natalie y dijo que se desbocaba rumbo a una “barrera de orgullo”, a una “línea de sueño mortal”.
Raniere y Salzman no negaron las acusaciones de manera directa, pero afirmaron que Natalie pudo haber alterado documentos en la corte, un cargo que ella tildó de ridículo. En enero, un juez federal dijo que le pareció “perturbador” que Raniere hubiera enviado a la policía a la casa de la madre de Natalie y que hubiera proferido amenazas a ella y su familia. Raniere ha apelado el caso varias veces y orilló a Natalie al borde de una crisis nerviosa. “No puedo pensar, no puedo trabajar, no puedo pagar mis cuentas”, dice ella.
Albany, México… y más allá
En 1998, Salzman incorporó en Delaware la empresa que lanzó los Executive Success Programs y solicitó patentar la “tecnología” de modificación del comportamiento de Raniere. Ella y “Vanguard” acordaron que él se quedara con parte de las ganancias en determinado momento. La compañía hoy en día se conoce como Nxivm. Ofrecen clases en Albany, Manhattan, Seattle, Boston y varias ciudades en México y planean crecer a más.
En agosto, en un complejo de edificios cafés de oficinas cercano al aeropuerto de Albany, 50 emprendedores y banqueros, se reunieron sentados en sillones mullidos para discutir con seriedad conceptos como “valor” y “ética”. Los días inician a las 8 AM con la “palmada ESP”, similar al ruido del martillo con el que un juez llega a la corte. Los estudiantes toman lecciones sobre “Dinero”, “El rostro del universo”, Control, Libertad y Sometimiento”, entre otros. Aprenden una jerigonza incomprensible y solipsista. “Los parásitos” son personas que sufren, crean problemas donde no existen y se mueren por la atención. “Los supresores” ven el bien, pero lo quieren destruir. Por lo tanto, un individuo que critique EPS demuestra un comportamiento supresor.
En “Dinero”, los estudiantes aprenden que cada dólar que gastan representa cierta parte de su esfuerzo, y también que “Vanguard identifica el concepto de dar y recibir con integridad”. Los coaches urgen a los estudiantes a tomar cada lección varias veces a un costo de varios miles de dólares; y pensar que cada dólar que gastan así es una representación valiosa de su esfuerzo. En una parte fundamental del programa, conocida como “exploración del significado”, los maestros exploran las creencias y contextos de los estudiantes en búsqueda de botones emocionales. Ahí animan a la gente a revelar algún hábito negativo, que acepten cómo ayuda a su supervivencia y que prometan reemplazarlo con algo nuevo.
Confidencialidad a fuerza
La confidencialidad es sacrosanta. Los estudiantes deben firmar acuerdos de no divulgación y juran no revelar lo que aprenden. Si violan eso, estarán “comprometiendo su honestidad interna y su integridad”. En agosto, Raniere demandó a una mujer por divulgar información. Cuando un reportero de Forbes auditar en una sesión, el abogado del grupo presentó un acuerdo de confidencialidad de tres páginas que prohíbe a la revista escribir sobre casi nada de lo visto o escuchado en dicho evento. El reportero se negó a firmarlo (si bien luego le permitieron una breve visita al sitio de Albany).
Para algunos, todo esto puede ser muy intenso. Luego de varias noches sin dormir y días de talleres de 17 horas, una mujer de 28 años de una poderosa familia mexicana dice que ha tenido alucinaciones y que tuvo un colapso nervioso en su hotel en las afueras de Albany. Tuvo que ir a un hospital y requirió tratamiento psiquiátrico. Su psiquiatra, Carlos Rueda, dice que en los últimos tres años ha tratado a dos mujeres más que tomaron las lecciones y que una tuvo un episodio psicótico.
Un reino donde sólo manda Raniere
Stephanie Franco, una trabajadora social de Nueva Jersey, pagó 2,160 dólares, mas gastos, por una clase de cinco días en Albany a sugerencia de su medio hermano, un ejecutivo en una empresa de textiles familiar (con marcas como Lollytogs). Otros familiares también lo hicieron, pero a Franco le preocupaban los rituales del grupo, así como el énfasis en reclutar más clientes. La familia constató a Rick A. Ross, un especialista en cultos de Jersey City. Pero todo fue en vano. Luego él subió a su sitio web información sobre el grupo, pero luego recibió una demanda por parte de Raniere y Salzman, quienes lo acusaron de violar derechos de autor. En septiembre, un juez federal en Albany le negó a la organización su solicitud inicial de que Ross borrara la información.
La familia Franco también contrató a John Hochman, un psiquiatra forense que da clases en UCLA. Él estudió el manual de Executive Success y lo describió así: “Es una especie de reino en donde gobierna Vanguard, con su propio diccionario del idioma inglés, con su propio código moral, y con la habilidad de obtener tributos de sus súbditos al hacerlos participantes de sus seminarios. Es un reino sin fronteras físicas, pero con barreras psicológicas. Ahí se influye en cómo los sujetos pasan su tiempo, socializan y piensan”. En su demanda, Raniere y Salzman hicieron acusaciones similares de una presunta violación a sus derechos de autor por parte de Hochman y Stephanie Franco.
Raniere y Salzman dicen que se cuidan mucho de aceptar estudiantes problemáticos. En su mundo, los que cuestionan la visión de Raniere no captan la idea. Él habla despacio y metódicamente, con una y otra digresión, con palabras que él acuña para sí mismo y luego hace pausas para explicarlas. Para unos, eso lo hace genio. Para otros, no es más que estiércol.
Fascinación y meritocracia
A pesar de ello, muchos discípulos juran el nombre de Vanguard. Varios estudiantes llegaron a un rango que los califica para obtener 20% por comisión de los nuevos miembros a los que han reclutado. Sin embargo, la mayoría de los estudiantes está ahí por el coaching. Sara, la hija de 26 años de Edgar Bronfman, dice que ella vivía en Bélgica y escuchó del programa por un amigo de la familia. Quedó maravillada por todo lo que Raniere le podría enseñar. Desde entonces, ella alcanzó el rango de coach y trabaja de tiempo completo para Executive Success.
Sara y otros devotos hablar de montar centros en Australia y otros lugares. Raniere tiene inversionistas privados para pagar por un edificio de 7,000 metros cuadrados cerca de Albany. En el diseño original, el edificio iba a emerger de un basamento de piedra debajo de un techo de vidrio hexagonal. Eso, como un tributo a la civilización; un paso más en la misión de esparcir el evangelio de Vanguard por todo el mundo. “No sé qué tanto conoces a mi familia”, dice Sara Bronfman, viendo con deleite la banda de seda que cruza su pecho. “Pero proviniendo de una familia en la que nunca me gané nada en la vida, ha sido una experiencia conmovedora que me hayan reconocido con este listón amarillo. Es la primera cosa que he obtenido con base en mis propios méritos”.
De ser declarado culpable, Raniere podría pasar toda su vida en la cárcel.
Texto tomado de Forbes.